viernes, 24 de abril de 2009

Nieve – Maxence Fermine

Sigo con mucha atención y cariño el blog de Monique y este lunes por la mañana leía su última entrada: De qué color, es el color...

Fue un flechazo, me gustó mucho lo que allí encontré y, como siempre, apunté la reseña. Esa tarde me fui a la biblioteca con una lista de libros y películas, pero estaban todos prestados. Me paseo entre las estanterías y, de pronto, muy cerca de uno de los “ausentes” está Nieve (me sorprende lo pequeño que es) y ya no lo suelto. Esa misma noche, en cama, lo empiezo, y desde la primera página ya sé que me va a fascinar.

Yuko Akita tenía dos pasiones.
El haiku.
Y la nieve.

Desde hacía generaciones, los miembros de la familia Akita se dividían entre la religión y el ejército. Pero Yuko no quería ser ni sacerdote, ni guerrero.

Quiero aprender a mirar cómo pasa el tiempo.

Una mañana, el ruido de la jarra de agua al estallar hace germinar en la mente una gota de poesía, despierta el alma y le transmite su belleza. Es el momento de decir lo indecible. Es el momento de viajar sin moverse. Es el momento de ser poeta.

Tiene que viajar al sur en busca del maestro que posee el arte absoluto, para que le muestre los colores. En el camino encuentra a la mujer más hermosa.

No te fíes de las apariencias. Sólo sirven para perderse.

¿Acaso esa mujer es un sueño? ¿Cómo podrá el anciano enseñarle si está ciego?

Y escribir, bailar, componer música y pintar, son lo mismo que amar.

Escribir significa avanzar palabra tras palabra por un hilo de belleza, el hilo de un poema, de una obra, de una historia estampada en un papel de seda… lo más difícil para el poeta es permanecer constantemente en el hilo que es la escritura, vivir cada momento de la vida a la altura del sueño, no bajar nunca, siquiera un instante, de la cuerda de su imaginación. En realidad, lo más difícil es convertirse en un funámbulo de la palabra.

Hay dos clases de personas
Los que viven, juegan y mueren.
Y los que se mantienen en equilibrio en la arista de la vida.
Los actores.
Y los funámbulos.

Una preciosidad de texto. Una invitación a la vida, a disfrutar del amor y la belleza.

Quiero que se quede conmigo, y ayer fue un auto-regalo, en un día en el que, fiel a mis costumbres, voy a esa librería de aroma dulce. Antes de la compra, un café con una delicia de chocolate, y al salir, la bolsa llena de páginas, una rosa roja y una botella de Albariño.

6 comentarios:

Pepe del Montgó dijo...

Voy a leer el libro, en contra de mi normal situación, porque me haces dudar si soy un actor o un funámbulo.

Penélope dijo...

Yo vivo, juego y seguro que no soy inmortal. Actriz, claro. Lo del equilibrio, sabiendo mi pavor hacia las alturas, va a ser que no.

Por cierto este ciclo japonés por el que estás pasando ¿querrá decir algo?

LU dijo...

Pepe, pues veremos si te saca de dudas, o te deja sumido en una mayor incertidumbre. En cualquier caso, es un texto muy muy breve, pero repleto de magia.

Buen fin de semana

LU dijo...

Penélope, al fin y al cabo actuamos, mejor o peor, en cada momento.

No debes preocuparte por estos aires japoneses; a otras se les da por hacer tartas, je je

Biquiños y a disfrutar del sábado, que la próxima semana va a ser breve, y para algunos, con un final viajero.

Jesús M. Tibau dijo...

seductor

LU dijo...

Jesús, bienvenido.
Déjate seducir.