Cancún Un inciso. No aceptamos ampliar unos días nuestra estancia en Cancún, como se nos ofertaba cuando comprábamos el viaje. Pero finalmente teníamos que hacer allí dos noches. Ancha y kilométrica avenida rebosante de establecimientos de las más afamadas cadenas hoteleras del mundo, restaurantes, centros comerciales y locales de ocio. Un espanto.
En este momento lo único que deseaba era volver a mi casa, cuanto antes.
Madrugamos para llegar pronto al consulado, pero el guía, totalmente agotado, se había quedado dormido y tardó más de una hora en recogernos…
Capítulo aparte se merece nuestro consulado. El día del robo tuvimos que hacer hasta tres llamadas a varios números (todos aparecen en la
web del Ministerio de Asuntos Exteriores) que supuestamente prestaban atención las 24 horas. Saltaba un contestador, dejabas tu mensaje angustiado y, horas más tarde al fin alguien se dignaba en devolver la llamada, e incluso reprocharte que ese no era el número al que deberías haber llamado. Se ve que no hicimos el curso preparatorio y no somos capaces de diferenciar embajada y consulado.
Pero aquella voz masculina nos tranquilizó y nos brindaba la oportunidad de poder continuar nuestro viaje. Nos facilita el número que sí permanece operativo de forma constante, y nos da instrucciones para
enviar un fax con los datos de las indocumentadas y copia de la denuncia. Él mismo nos llamará el lunes para confirmar la recepción de tan valiosa información. Esto sucedía un viernes por la tarde….
Lunes, en medio de las ruinas de Palenque, como no recibimos dicha comunicación, optamos por averiguar qué estaba pasando. Una secretaria nos pide que llamemos a otro número (madre mía!!!), y, sorpresa, ella misma lo descuelga… No tienen nada nuestro. Comprueba el fax, y resulta que ese señor tan “preocupado” por nosotros, se equivocó. Otro número distinto…
Cada intento de envío de fax también sería digno de una batallita, pero ya es demasiado….
El buen hombre, también se olvidó de decirnos que se precisaba una fotografía tamaño carnet para realizar todas las gestiones.
El martes nuestro fax llegaba a su destino y el miércoles nos sentíamos victoriosas con los salvoconductos y la afirmación rotunda de que ya estaba todo y que no iba a haber ningún problema. JA!!!
Jueves, aeropuerto INTERNACIONAL de Cancún. Allí no pueden hacer las tarjetas de inmigración ya que entramos por D F… Pues menos mal que hacíamos escala, porque sino… También reiteran que no va a haber ningún problema…
Aeropuerto de D F, donde encontrar la sala de inmigración parece una ardua tarea. Un funcionario nos pide que escribamos en el registro nuestros datos, la fecha y el motivo de la consulta. Y a esperar.
La hora y media siguiente forma parte de una pesadilla. Chulería, grosería, y una sobredosis de rabia, indignación y autocontrol. Al límite, pensando que tres personas se quedaban y dos nos íbamos. Carreras y personal de Aeroméxico a quienes debemos el poder subir a bordo del vuelo con destino Madrid... Final feliz.
Ahora la pelota está de este lado.
Marco Polo organizaba el viaje y tampoco parece muy dispuesto a hacerse cargo del robo.
No quiero acabar el relato mexicano con esta sensación, porque ahora mismo prevalece todo lo maravilloso que hubo en ese viaje. La última entrada estará dedicada a otro lugar desde donde se puede soñar.