Días
muy intensos de conciertos, pero hay que remontarse a la edición anterior. Cada
vez que termina, agotada y muy satisfecha, creo que en doce meses mi cuerpo no
podrá resistir semejante ajetreo. Dudo sobre si volver o no. Y año tras año, ya
van tres, “recaigo”.
En
agosto, antes de que los precios suban, compramos los abonos. Qué lejano
parece! Un mail de Paypal que hay que guardar como un tesoro. Sería estupendo
comprar la entrada y recibirla en casa...
Siempre
parece que sobra el tiempo (qué ilusa), para indagar en el extenso cartel que
va creciendo lentamente.
En
marzo saco los billetes de avión. Faltan casi tres meses. Y, de pronto, ya
estoy haciendo la maleta y con las tarjetas de embarque.
En
Barcelona esperan los amigos. A., que me acoge en su casa (GRACIAS por hacerme
sentir tan bien) y C., el hada con su varita que transforma al grupo en una
familia feliz (tan a gustito).
Miércoles
30: viaje tranquilo y puntual. Al bajar del bus del aeropuerto (aire
acondicionado polar) en Universitat, me recibe un brutal golpe de calor, y el abrazo de A. Con
C, paseo, unas tapas y mucha conversación, que hay que ponerse al día. En mi
recuerdo, esa terraza con una cerveza templadita y taza con huellas de ¿tomate?
Qué gozada de sitio! Por la noche, una hamburguesa con los panes que quedaban
antes del cierre de una cafetería, cerca de Arco de Triunfo donde resuenan
Black Lips.
Jueves
31: desayuno vacacional al resguardo de una sombrilla. Metro hacia el local de
J. y comida en un restaurante hindú del Raval. Café con pastas de chocolate,
energía para la “dura jornada”. Ruta de una hora en bus hasta el Parc del Fórum.
Baxter Dury, buena forma de empezar. A bailar todos, que son las
18 horas y no queda nada!!!!
Sr.
Chinarro, tan triste y quejumbroso. No me gusta y no me hizo cambiar de
opinión. Sonaba bien, eso sí.
Death Cab for Cutie, una maravilla, esa voz tan dulce y esas preciosas
canciones. Emotivo.
Beirut,
aunque ahora mismo reconozco que no me entusiasman como hace un tiempo, la
actuación fue brillante.
The
XX, frialdad y pose que a mí me dejaron cierto regustillo amargo para cerrar el
día.
Viernes
1: levantarse tarde, desayuno completo, paseo y un pequeño descanso cerca del ventilador.
Cruzando la ciudad, esta vez bajo tierra, que no es tan bonito, pero sí mucho
más rápido.
Other
lives, prometían más de lo que dieron. La verdad es que me cuesta ponerme en
situación con semejante sol, a las 6 de la tarde.
The Chameleons, el regreso a otra época de mi vida, a los vinilos, a
las guitarras contundentes. Echando de menos a F. Maravillosos.
Rufus Wainwright and his band. Arropado por músicos y solistas de lujo. Otro tipo
de emociones, pero seguimos con entusiasmo, eso sí, más pausado.
Cada
vez más nerviosa, se acerca LA
HORA, paso de The War Om Drugs, ubicados en un escenario con
menos volumen que la radio del móvil... No puedo quedarme allí... Faltan
minutos para que comience UN SUEÑO. Me entra el pánico. Demasiada gente, seguro
que no se oye bien, que no se ve, que ya van mayores, que me desilusionan...
NO
NO NO NO
Tres
horas después (ésa fue la duración, increíble para un concierto de un festival),
flotaba sobre todos los planetas. THE CURE, Robert Smith, dándolo todo, como si acabaran de grabar su primer
disco. ESPECTACULAR. No soy objetiva, lo sé, es uno de esos grupos que me
acompañan desde hace mucho tiempo (toda mi vida musical, o casi). Era la
tercera vez que los veía en directo, y, de nuevo, no tengo palabras para
expresar todas las sensaciones que me producen.
Boys
don´t cry...
Ya
no podía mover un músculo más. Sentada, de fondo The Drums, daba igual. Un par
de canciones de The Rapture, no puedo levantarme... Caminar y a lo lejos Death
in Vegas. Mejor irse a dormir, y a SOÑAR.
Sábado
2: qué susto, después de días sin ver la tele, la cara de Rajoy...
Tranquilidad, pasear, comprar un regalo, comida y dar la brasa con The Cure.
Veronica
Falls, mediocres.
Grupo
de Expetos Solynieve, J parlotea y dedica un tema a la memoria de Pedro (La
buena vida). Prefiero la estridencia planetaria a los aires flamencos. A veces
los cambios no son la mejor opción.
Beach House, sofisticada y con un tono que invita a estar bien. Es
un placer escucharles.
Sí,
estuve viendo a Shellac, y alegrándome de que A. lo disfrutara al máximo. Para
mi, demasiado “fuertes”.
Yo la tengo, a medida que avanzaba, mejoraba y mucho. Otro de
esos grupos por los que siento un cariño especial, pero que ya me entusiasmaron
más en el pasado.
Y,
sin más, poquitas horas de sueño y de regreso a Vigo, con TANTOS momentos para
no olvidar. Con las pilas cargadas.