Paseos espectaculares por bosques y lagos, pero siempre vuelvo a la ciudad. He de reconocer que soy de asfalto, de acera pavimentada y firmeza en el terreno que piso.
La torre más alta, pues hay que subirse. Eso tampoco lo puedo evitar. Se tarda mucho en acceder a los diferentes niveles, estás más tiempo en la cola que ante los ventanales. El famoso tramo de cristal es minúsculo y no impresiona lo más mínimo (se ve en la foto cutre). Se suponía que al caminar sobre el vacío debería producir pánico o vértigo... Pero, si apenas puedes dar unos pasitos… Nada de nada. Lo mejor, es subir directamente a la parte más alta donde hay una panorámica excelente (dicen las guías que en días totalmente despejados se ven hasta las cataratas del Niágara...).
Y desde las alturas al vuelo de regreso a casa.
Y desde las alturas al vuelo de regreso a casa.
Montreal, Mont Tremblant, Québec, Tadoussac, Ottawa, Kingston, Toronto... Paisajes de ensueño, ciudades cosmopolitas o con acento europeo. Gente encantadora. Un sitio para perderse y donde se puede llegar sin ir en grupo organizado, con cada segundo previamente programado.
Ahora a pensar en la siguiente escapada...