jueves, 18 de abril de 2024

Noches insomnes de Elizabeth Hardwick

Noches insomnes

Elizabeth Hardwick

Escritura fragmentada, prosa de gran calidad y un texto que a medida que leo lo siento cercano, casi como si la autora me lo estuviera contando en una larga charla, con tiempo, con calma.

Qué delicia esta escena: el cielo de la mañana, el edificio de enfrente, el niño solo en el aula de la guardería tirando objetos por la ventana y la lluvia.

Fragmentos escogidos

Suelo quedarme en la cama despierta, preocupándome por alguna falta que haya cometido J. En ocasiones, su pulcritud coercitiva me exasperaba, como si las costumbres que tenía no fueran un derecho suyo, sino un veneno que amenazara la vida, como el lento escape de gas de la cocina del hotel.

Entre sus páginas mi adorada Billie Holiday.

Un invierno llevó un magnífico abrigo de lince, y con él puesto andaba, bella y amenazadora como un cosaco, arriba y abajo, atrapada en su vitalidad. A veces en su discurso irrumpían sueños pendencieros, historias de heridas que ella había infringido con un vaso roto. Y en el White Rose Bar, mil cigarrillos interrumpían sus apariciones, apariciones que, no solo por su esplendor, sino también por el mero hecho de producirse, parecían tener algo de magia. Esperar y esperar: en esa consistía perseguirla. Te sentías como un viejo caballo de tiro parado en la entrada, listo para la gélida carrera de medianoche a través del parque. Ella siempre estaba tras una puerta cerrada: la suerte de los adictos, sea cual sea su adicción. Y luego, por fin, ella debía salir, emerger entre polvos y vaselina, con el pelo ondulado con un rizador de hierro, guantes de satén, jersey de seda, flores: el caro martirio del "artista".

Su trabajo fue adquiriendo gradualmente un tinte destructivo, como tan a menudo les sucede a la gente de talento extraordinario: están condenados a repetir eternamente los momentos álgidos de su inspiración.

Tal vez el arte había cambiado de nombre y ellos lo veían como otra cosa: como un empleo.

El "libro" es una excrecencia que no crece, sino que se adhiere, se pega; un compañero tumoral hecho de las células corruptas del aprendizaje, la experiencia y el pensamiento.

En el fondo, yo era como una comadreja: estaba hambrienta y, con ojos centelleantes, andaba a la caza de contradicciones inocentes y masticaba con furor depredador la diferencia entre la teoría y la práctica.

Durante aquellos años no me interesaba disfrutar del sexo, sino tan solo practicarlo.

....fotografías que lo convierten a uno en su propio antepasado.

No se puede echar de menos durante mucho tiempo a quien no deja nada a su paso.

No lo definía su trabajo, sino el modo en que lo evitaba para que le quedara tiempo para otras cosas...

La fidelidad, la conservación y un dulce y desmedido apego a su mujer eran las señas de identidad de este marido infiel.

Proverbio ruso que aparece en La hija del capitán de Pushkin:

Si encuentras a alguien mejor que yo, me olvidarás.
Si conoces a alguien peor, me recordarás.

Era uno de esos hombres que esperan que les griten en cualquier momento sin saber cómo responder.

Para aquel entonces Ida ya sabía que Herman era un preso, en cuerpo y en alma. Había estado en la cárcel varias veces, algunas simplemente para escapar del frío o para estar en algún lugar. Y así había llegado hasta ella: para cumplir condena.

Sinopsis: Una mujer repasa su vida -la galería de personajes, los variados telones de fondo de los lugares- y elabora un cuaderno de recuerdos, reflexiones, retratos, cartas y sueños. En una vivificante fusión de hechos y ficciones, este libro lírico, endurecido y perfectamente construido, no es sólo una de las mejores obras de Elizabeth Hardwick sino una de las grandes contribuciones a la literatura estadounidense de los últimos cincuenta años.

Nº de páginas: 216. Tiempo de lectura estimado: 5h 5m. Editorial Navona, Barcelona 2018. Traducción: Marta Alcaraz. Prólogo: Antonio Muñoz Molina


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