El quinteto de la muerte
Considerada una de las mejores comedias de Ealing,
Qué bien me lo he pasado. Humor (negro y delirante).
Esta dulce anciana acude a la comisaría de policía para aclarar un extraño asunto de un platillo volante. ¿No la creerías con su inocente rostro?
Para sobrevivir, y poder cuidar a su familia de cuatro loros, alquila dos habitaciones de su casa. No parece el hogar ideal, demasiado cerca de una ruidosa estación de trenes, y a punto de caerse a pedazos a poco que te apoyes contra la pared.
El inquilino aclara que vendrá a diario un grupo de amigos. Forman una banda de música y allí podrán ensayar. (Suena un disco mientras traman un importante robo).
¿Con qué me he reído más?
El ofrecimiento constante y amable de un té.
La caza del loro para suministrarle la dosis de medicación.
La visita de las amigas.
Las luchas internas (y cómo se resuelven). La recta final al completo es soberbia.
Personajes disparatados y variopintos. Brillantes interpretaciones del elenco de actores. Guion para recordar, de William Rose (Adivina quién viene esta noche). Me quedo con ganas de más películas del director.
Sinopsis: En una casa aislada y próxima a las vías del tren vive la señora Wilberforce, una venerable anciana que alquila dos habitaciones al misterioso profesor Marcus y a los cuatro miembros de su siniestra banda de música.
Título original: The Ladykillers. Dirección Alexander Mackendrick. Guion William Rose. Reparto: Kate Johnson, Alec Guinness, Peter Sellers, Cecil Parker, Herbert Lom y Danny Green. Música Tristram Cary. Fotografía Otto Heller. Reino Unido 1955, 87 min. Premios BAFTA: Mejor actriz británica (Johnson) y guión británico.
En 2004 los hermanos Coen realizaron un remake con Tom Hanks y J.K. Simmons. No puedo imaginarlo, creo que no quiero ni pensarlo.
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Entre finales de los años cuarenta y mediados de los cincuenta, los Estudios Ealing revolucionaron el campo de la comedia con un ramillete de películas que hoy forman parte de la edad de oro del cine británico. De todos los cineastas surgidos bajo el amparo de sir Michael Balcon, el más destacado y original fue el prematuramente retirado Alexander MacKendrick, un director inclasificable, que solo necesitó nueve títulos en 18 años de actividad para situar su nombre entre los grandes maestros del séptimo arte.
MacKendrick obtuvo dos premios; Oscar a mejor guión, por la película “El hombre del traje blanco” en 1953 y un año antes, el Premio especial del jurado, por “Mandy” en el Festival internacional de cine de Venecia. Su carrera fue breve, presidida por la independencia, una fuerte carga crítica y un humor fino y sutil.
El germen de la película es realmente curioso. La idea le vino a William Rose mientras estaba durmiendo, en una época en la que dijo que su cabeza estaba absolutamente desprovista de ideas. Rose fue el más reputado guionista de Ealing junto a Tibby Clarke. Y por fortuna, no olvidó su sueño… y así nació la historia de una excéntrica viejecita que se ve envuelta en las andanzas de una particular banda de maleantes.
La cinta obtuvo un resonante éxito de público y crítica, triunfo que irónicamente sólo sirvió para poner el broche de oro a los legendarios estudios, que acabaron por ser vendidos a la BBC ese mismo año (1955) para realizar en ellos programas para la televisión.
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