jueves, 19 de agosto de 2021

Casas vacías + Pororoca

 Casas vacías de Brenda Navarro 

Lo leo por recomendación de una persona con la que coincido bastante. Me ha impresionado de forma profunda. Es un texto que habla de sentimientos y de sufrimiento, de la maternidad muy alejada de la publicidad con promesas felices y sonrisas de bebé. De lo que no nos atrevemos a expresar, de la desesperación ante una desaparición y el deseo de un fin, de una muerte.

Podría copiar más fragmentos, pero creo que esta muestra es suficiente para reflexionar, para releer, para no tener expectativas románticas y fantasiosas. Silencios y falta de nombres que definan a una persona madre de un hijo desaparecido.

El que desaparece se lleva algo de ti que no vuelve; se llama cordura.

Una cree que hay demasiada libertad en el aire y no se percata de que es fácil crearse una prisión propia.

¿En dónde empieza el hogar y qué lo conforma?

Los primeros días con Daniel en mi vida, más que una dicha, era un suplicio ahogado. Cállate, le decía en un silencio amordazado entre los ojos, por miedo a que alguien escuchara el escozor que me causaba oírlo llorar por este no saber sobrevivir solo en el mundo. Si en el embarazo, triste, pedregoso y mohoso que había pasado ya sentía un arrepentimiento de tener útero y hormonas e instinto maternal, en la maternidad misma cada llanto de Daniel me rechinaba en el oído para constatarlo.

Todos, todos incluidos, parloteaban y se oían a sí mismos mientras nosotras mirábamos confundidas e impávidas, porque eso era lo que había que hacer: ser las casas vacías para albergar la vida o la muerte, pero al fin y al cabo, vacías.

Quince horas antes de que naciera Damiel empecé a sentir como su cuerpo se preparaba para desgajarme: una especie de vibración que iniciaba en la espalda baja para concentrarse en el hueso ilíaco. No hubo nada de romántico en ello. Daniel el epicentro y yo la consecuencia. Temblores, escalofríos y Fran diciéndome que lo hacía bien. Quince horas de un querer que acabe todo y que no empiece la siguiente etapa. Siempre tuve miedo de Daniel. Hay que ser demasiado inconsciente para no tenerle miedo a una nueva vida. Salió de entre mis piernas en silencio. Fran y yo vimos cómo se llevaban a nuestro hijo sin que hubiéramos podido verle la cara. Debimos intuir que nunca sería del todo nuestro.

Daniel nació a las nueve de la mañana de un 26 de febrero. Daniel no había nacido para hacernos felices.

¿Por qué lloramos cuando acabamos de nacer? Porque no debimos haber venido a este mundo.

No importa lo que se diga al respecto: muerto es mejor que desaparecido. Los desaparecidos son fosas comunes que se nos abren por dentro y quienes las sufrimos lo único que ansiamos es poder enterrarlos ya. Dejar de desmembrarnos tendón por tendón, hilo de sangre por hilos de hiel, porque incluso para cada gota es un calvario caer.

No hay palabra que defina a una madre sin un hijo que ya parió, porque no soy amátrida, ya que Daniel sigue vivo y yo soy la madre, soy algo peor, algo innombrable, algo que no se ha conceptualizado, algo que solo el silencio hace llevadero.

¿Quién cuestiona al que llora? Nadie, se le puede olvidar, ignorar, silenciar, pero cuestionar nunca.

¿Por qué los llaman desaparecidos y no se atreven a llamarlos muertos? Porque los muertos somos los que los buscamos, ellos siempre, siempre seguirán vivos.

Sinopsis: La maternidad, que casi siempre asociamos con la felicidad, también puede ser una pesadilla: la de una mujer cuyo hijo desaparece en el parque donde estaba jugando, y la de aquella otra mujer que se lo lleva para criarlo como propio. Ubicada en un contexto de profunda precariedad física y emocional, la historia de estas dos mujeres, madres del mismo niño–un niño que primero se llama Daniel y que después será rebautizado como Leonel–y madres, además, de un mismo vacío, nos confronta con las ideas preconcebidas que tenemos de la intimidad, las violencias familiares, la desigualdad social, la soledad, el acompañamiento, el cuidado, la culpa y el amor.

Nº de páginas: 164. Editorial Sexto Piso, Madrid 2019. Primeras páginas

Pororoca 

Refleja el abismo de una familia ante la misteriosa desaparición de la hija. La desesperación, la culpa. Un padre que lo único que deseas es averiguar, encontrar, y no cesa en su empeño. Una madre que no puede permanecer ahí, esperando. 

Impacta ese protagonista, su avance hacia el precipicio. Ese rostro que duele. En mi opinión, le sobra casi una hora de metraje. 

Sinopsis Cristina y Tudor Ionescu han formado una familia feliz con sus dos hijos, Maria e Ilie. Él trabaja para una compañía telefónica y ella es contable. Ambos están en la treintena y viven en un bonito apartamento en una ciudad rumana. Su vida es la de una pareja normal con sus hijos. Pero una mañana de domingo, cuando Tudor lleva a sus hijos al parque, Maria desaparece. Sus vidas cambian abruptamente para siempre.

Dirección y guion Constantin Popescu. Fotografía Liviu Marghidan. Reparto Bogdan DumitracheIulia LumânareConstantin DogioiuStefan RausAdela MarghidanIonut AchivoaieAlice Cora MihalacheDragos Olaru. Rumanía 2017, 152 min. Festival de San Sebastián: Mejor actor (Bodgan Dumitrache).

 

No hay comentarios: