domingo, 8 de julio de 2018

Apuesta al futuro





El dado dicta sus normas, al azar: 1, X, 2. Voz infantil, firme. Nada de dejarlo en manos de un cubito con números y letras. Preferencias que no admiten debate, ni discusión. Ciudades costeras, de nombres llamativos. Celta y Barcelona a la cabeza.

Mi padre se reía, a ratos se burlaba. Trataba de explicarme las nulas posibilidades de algunas de mis decisiones. Yo nunca cedía, confiaba en mis posibilidades. Terquedad rotunda. Sin demasiados riesgos, el importe de la quiniela no salía de mi hucha.

Toda una proeza lograr el mayor número de aciertos. La suerte era esquiva y caprichosa. Los equipos se empeñaban en destrozar estadísticas. Y ahí era donde mis hazañas se forjaban. Daba en el clavo de lo absurdo e impensable, fallando lo razonable y previsible. A veces era la campeona absoluta en nuestro peculiar ranking paterno-filial.

Si las cifras no superaban los 5 o 6 resultados a mi favor, improvisaba cualquier excusa para desviar la atención hacia terrenos menos resbaladizos. Aproximarse al pleno de errores era motivo de fuertes carcajadas y acaloradas disputas. No era tan sencillo, o ésa era al menos mi fervorosa defensa de la apabullante catástrofe. Reclamaba con vehemencia justicia ante tamaña afrenta, lejos de aplausos y reconocimiento.

Proezas de semejante envergadura permanecían ocultas, engrosando la lista de secretos familiares. No era necesario compartir intimidades de tal calibre.

Insistíamos. Cada semana, representaba una nueva oportunidad de alcanzar la riqueza. No perdíamos demasiado tiempo especulando qué haríamos con los millones. Disfrutábamos soñando quimeras.


La constancia no siempre tiene premio remunerado. Las risas recaudadas superaban con creces las expectativas de triunfo y gloria.

Asumida mi condición de eterna aspirante, aquel domingo por la noche, el locutor más gritón de las ondas radiofónicas, narraba la letanía de goles, lesiones y variantes en la clasificación. Bolígrafo rojo para dejar constancia en forma de círculos sobre las casillas discordantes. La tranquilidad de mi padre se va resquebrajando. Le observo, mostrando indiferencia ante lo que supongo una de sus tretas para engañarme. No lo va a conseguir, le conozco demasiado bien.

Incredulidad, ojos abiertos de dimensiones estelares. Para que luego digan los supersticiosos, el 13 es la máxima representación del optimismo.

Han pasado muchos años. Atrás queda aquella complicidad. Soy incapaz de recordar la cifra exacta en pesetas de mi gran heroicidad; ni la inversión inmediata al recibir el dinero en metálico, previa presentación de papeleta sellada.

No me he aficionado al futbol. Con el transcurso del tiempo he ido perdiendo interés. Ya no sabría poner nombre a más de tres jugadores del club local.

Ovillada en el sofá, he escuchado los gritos de mi vecino, al otro lado de la pared. El Madrid acaba de marcar un gol en la final de la Liga de Campeones. Y me he acordado de él, de lo mucho que se enfadaba con árbitros, con jugadores expertos en teatralizar caídas en el área. Pasión que cegaba cualquier atisbo de objetividad. Insultos expresados por ese hombre reposado que se transformaba por completo.

Se sentiría muy orgulloso de mi hijo, ese niño delicado que con un balón a sus pies provoca euforia en las gradas.  Ese pequeño renacuajo capaz de sobrepasar con un salto a la defensa más compacta. Ese pícaro de piernas ágiles. El nieto que quiere ser Iniesta, bailarín de danza clásica, o ambas cosas a la vez.

  

Escrito para #historiasdefútbol.


2 comentarios:

Fran dijo...

Que tal LU!
Siempre fui un desastre con los pronosticos de las quinielas. Recuerdo hace muchos años ir a cobrar con mi madre unas 5000 pts de una quiniela en un local que habia en la Alameda (cerca de donde estuvimos contigo y con Vilma), era la sede del Patronato de Apuestas Mutuas Deportivo Beneficas, el nombre me quedo grabado...jeje
Interesante el relato, me ha gustado.
Bicos:)

LU dijo...

Fran, lo mio era de pronóstico reservado, las fallaba casi todas, con o sin criterio, daba igual.
Es verdad que era ahí donde se cobraban los premios.
Como ves esto también forma parte de la vista atrás. Nostalgia, otros tiempos.

Gracias y muy buen domingo.

Biquiños