Mientras haya bares de Juan
Tallón
Juan Tallón escribe con una
lógica transgresora alimentada por todos los libros subrayados a lo largo de su
vida. Por estas páginas discurren la literatura, el cine o las anécdotas de
personajes insólitos, contadas con el sarcasmo y la lucidez de una mirada
acostumbrada a ver más allá de lo evidente. Un recorrido literario en el que
Tallón muestra el oficio de uno de los mejores escritores de su generación.
Nº de páginas: 350 págs.
Editorial: CIRCULO DE TIZA,
2016.
ISBN: 9788494434068
Recopilación de textos. Uno
de esos libros que te llevarías a beber unas cuantas cervezas. Que lo lees en
cama un domingo por la mañana, una tarde de lluvia, esperando en el dentista.
Pero, sobre todo, en bares, en terrazas con el vermut de barril y un pincho de
tortilla. Y en esas noches en las que no duermes, lees.
Comparto humor, y frases
escuetas. Mientras pasaba las páginas tenía la sensación de estar charlando con
el autor, riéndome. Me hizo recordar muchos libros, escritores, cine. Entran
ganas de leer más, mucho más.
Muy recomendable.
Un pueblo que pierde la
capacidad para convocar una reunión alrededor de la barra de un bar, es un
pueblo muerto. Da igual que aún tenga habitantes. Como pueblo, es un cadáver.
Tengo tendencia a pensar que
todo aquel que lleva esta clase de libros en la mochila es un pez gordo. Alguien
importante. No tanto en el sentido de reconocido o influyente, como de enriquecedor
para gente que lo rodea. Hay lecturas que no pasan en vano, que son
radiactivas, que cambian a los que están en su perímetro.
Nos pasamos la vida negando
el lado de cada uno que, inevitablemente, emerge en las grandes hostias y en
los desengaños. Cuando emerge, y hay testigos, estos quedan impresionados. No
conocían esa parte de nosotros. No es tanto decepción lo que sienten, como
sorpresa ante un descubrimiento mayúsculo.
La felicidad, que nadie sabe
a ciencia cierta que es, más allá de ir golpeándose con ella a oscuras, como si
fuera la arista de un mueble en una habitación sin luz, probablemente sea eso,
el detalle acariciado.
Cuando me tomo un Martini, me
siento más grande, más sabio, más alto. Cuando tomo un segundo, me siento
superior. Cuando tomo alguno más, no hay nada que pueda detenerme. William
Faulkner
Durante una etapa de mi vida usé
bata para estar en casa, como George Roper.
Hacía ya tiempo que, como
aquel paisano, habíamos pasado de asegurar que en este país todo está por
hacer, a lamentar que en este país no hay nada que hacer. Salvo beber como en
los viejos tiempos.
Me olvido enseguida de los
veranos que acaban bien. Los finales tristes, en cambio, perduran, y cuando
tiempo después los recuerdas, adquieren enseguida el sabor inconfundible de la
prosperidad.
Nunca hay que desertar de un
buen ridículo.
Ya alguien advirtió que muy
pocos sueños se cumplen. El resto se roncan.
Los escritores hoy en el
silencio, descubren lo invisible y después lo cuentan. Pacífico de Antonio
Garriga Vela
Algunas cosas, cuando se
quedan a medias, hallan su final perfecto.
La vida humana está llena de
finales que nos decepcionan.
Cortázar vivía en París desde
1951, cuando el gobierno francés le concedió una beca de 10 meses para ampliar
estudios. Prepara una maleta de circunstancias, aunque para quedarse a vivir
allí toda la vida, y el 15 de octubre, lunes embarca en el Provence. Metidos
entre la ropa, se llevó unos pocos libros, que le robarían en la Cité Universitaire,
donde se alojó en los primeros meses y un solo disco. Era un viejísimo blues de
mi tiempo de estudiante, que se llamaba Stack of Lee Blues, y que me guarda
toda la juventud.
A veces, andando en la Vespa
por el centro, me ha saltado una sensación de irrealidad casi angustiosa. ¿Qué
es esto? ¿Qué hago yo aquí? Y entonces me río y se me pasa. El futuro se lo
dejo a los empleados de banco y a los señores con planes de vida y ambiciones.
El disco que se lleva
Cortázar como testigo de una juventud, y su colección de jazz vendida antes de
partir, sumando unas cuantas casualidades de este fin de semana, me llevan a un
vinilo de:
Las primeros temas de
Loquillo y Sabino.
Moches de Radio 3.
Descubrir cada día una docena
de canciones y cantarlas.
El instituto, amigos, horas
en el bar y paseos por la Guía.
Tardes en Vinos que
terminaban al amanecer.
Yo para ser feliz quiero un
camión.
Muchas risas.
Conciertos de verano en
Castrelos.
Loquillo acodado en la barra
de un bar.
Cazadoras de cuero.
Aquel camarero tan guapo.
Bares que desaparecieron.
Locales con buena música.
Un pedacito de nostalgia.
4 comentarios:
Que tal LU!
Me resultaba muy familiar su nombre por las columnas de El Pais. Es un tipo que me cae muy bien y me gusta su estilo. Eso de "nunca hay que desertar de un buen ridículo" me parece sublime...jeje
Me has destapado la caja de las nostalgias con Loquillo, la ultima vez que lo vimos fue en un concierto en una de esas noches de verano en la playa de Riazor.
Venga, feliz domingo, bicos:)
Fran, de hecho el libro es u recopilatorio de sus columnas en diferentes medios de prensa, que es de lo que yo le conocía.
El otro día fuimos a la presentación de su última novela, y para ambientar, me cogí este libro de la biblioteca.
Qué buenos momentos me ha hecho pasar!!
La novela la dejo para más adelante.
Tiene frases memorables. Y mucho cine.
Loquillo es una época. Cuántas de sus canciones hemos cantado a lo largo de los años. Sí, toque nostálgico.
Vamos a disfrutar de la tarde. Paseito con Vilma.
Bicos
Una buena lectura es algo que se agradece. Pero voy a buscar el blues que dices en la entrada
Hoy celebramos el Día del libro, y con buena música, perfecto.
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