Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, pero hay que ser todavía más
valiente para aceptarla.
¿Qué puede llegar a ocurrirles a los vecinos de un barrio cualquiera en
estos tiempos difíciles? ¿Cómo resisten, en pleno ojo del huracán, parejas y
personas solas, padres e hijos, jóvenes y ancianos, los embates de una crisis
que «amenazó con volverlo todo del revés y aún no lo ha conseguido»? Los besos
en el pan cuenta, de manera sutil y conmovedora, cómo transcurre la vida de una
familia que vuelve de vacaciones decidida a que su rutina no cambie, pero
también la de un recién divorciado al que se oye sollozar tras un tabique, la
de una abuela que pone el árbol de Navidad antes de tiempo para animar a los
suyos, la de una mujer que decide reinventarse y volver al campo para vivir de
las tierras que alimentaron a sus antepasados. En la peluquería, en el bar, en
las oficinas o en el centro de salud, muchos vecinos, protagonistas de esta
delicada novela coral, vivirán momentos agridulces de una solidaridad
inesperada, de indignación y de rabia, pero también de ternura y tesón. Y
aprenderán por qué sus abuelos les enseñaron, cuando eran niños, a besar el
pan.
Nº de
páginas: 336 págs.
Editorial:
TUSQUETS EDITORES, Barcelona
2015.
ISBN:
9788490661918
Cada vez que Almudena Grandes publica un libro, sé que,
tarde o temprano lo leeré. Empezar significa que no voy a poder parar, que me
va a atrapar, me va a transportar lejos....
En esta ocasión la acción se sitúa en el presente, en las
consecuencias de esta maldita crisis. Un barrio madrileño y una excelente
colección de personajes. Se van entrelazando sus vidas, entretejiendo un
complejo universo de incertidumbre, desasosiego, desesperanza. Y ante todo, de
solidaridad, apoyo, cariño, ternura, amor.
No es uno de sus mejores trabajos. Me ha gustado, pero sin
encandilarme. Fascinante esa facilidad para llegar a los sentimientos, a los
rincones más íntimos de sus protagonistas. Son personas que reconocemos, que
forman parte de nuestra vida. Cercanos, como tú o yo, como la gente que nos
rodea.
Podría hablar durante horas de algunas escenas, de cada uno
de los componentes de esta gran coral humana. Me quedo con los abuelos. Adela
que cocina pisto para su nieto (lo olemos al entrar en ese piso); que en el mes
de septiembre decide montar el árbol navideño para sorprender y animar; que
encuentra refugio y empuje en las batallas de un videojuego, ante la atenta
mirada de su difunto marido desde un marco que coloca a su lado; que tiene la
capacidad de sanar las heridas del que se siente humillado y despreciado...
Ángel, otro abuelo que sabe por experiencia lo duro que es emigrar y ve como su
nieta opta por marcharse a Alemania en vez de quedarse a hacer un Máster.
Amalia, desde su peluquería de barrio, cada vez con menos clientas, asiste
atónita al eficaz arranque de un negocio asiático de esmalte de uñas exprés
lowcost, en la acera de enfrente. Mujeres chinas, clones unas de otras,
vestidas de pulcro blanco y pelo lacio, pasarán de competidoras a cómplices. Me
encanta cómo se va gestando ese acercamiento. Amalia, tijeras en mano, sin
pestañear reclama alimentos para su caja de ayuda. Amalia que se ve obligada a
cortar el pelo a María Gracia (el personaje más demoledor de esta historia), sabiendo
que no es una buena decisión. Amalia que accede a la extraña petición de
Andrea, que se encoje en la silla y llora mientras toma la decisión más
importante de su vida...
2 comentarios:
Que tal Lu!
Interesante reseña. No me pierdo sus columnas en El País.
Ya no me acordaba de como era el sol... Mañana otro poquito de lluvia...
Bicos!
Fran, a mi me vale cualquiera de sus vertientes como escritora: relatos, artículos de prensa, pero sobre todo su faceta como novelista; me apasiona.
Ya es mañana, y ya está aquí de nuevo el cielo gris y la lluvia. Qué alegría esos días de sol y frío!!!!!
Nada, un paraguas y ya está.
Bicos de mitad de semana
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