sábado, 15 de agosto de 2015

La sal de la vida de Françoise Heritier

Viernes de agosto por la mañana, un paseo con Vilma, un café con un amigo en el casco vello, y a la biblioteca. Busco algo pequeñito, y por otra de tantas casualidades (especie de imán), en apenas unos segundos, elijo este libro.

Ya por la tarde, en casa, sola (entre todas las visitas de este mes), empiezo la lectura, y no puedo parar hasta terminarlo.

¿Dónde se encuentra la sal de la vida? Un caluroso día del verano de 2011 Françoise Héritier, una reconocida antropóloga francesa de 80 años, recibió la postal de un amigo que estaba disfrutando de una agradable semana "robada" de vacaciones en Escocia. Esta nueva formulación le hizo reflexionar y llegar a la conclusión de que en realidad ese tiempo que robamos al trabajo y a nuestras obligaciones diarias es la propia vida. Sorprendida de su hallazgo decidió contestar a su amigo en forma de carta y explicarle que en todos esos momentos de asueto se encuentra la felicidad, la verdadera "sal de la vida". Vacaciones, música, lectura, cuidar el jardín, los amigos, reír a carcajadas, comer ostras en la orilla del mar, ver una película antigua, estirar un clip, hacer mayonesa, ir a un concierto# ¿Qué son exactamente esas pequeñas y agradables cosas a las que aspiramos? Françoise Héritier construye en La sal de la vida un discurso enumerativo de momentos felices que trascienden las fronteras de la experiencia individual y que dibujan un universo alternativo a la crisis, al paro y al pesimismo. Una sucesión de palabras esperanzadoras que motivan nuestro viaje, nos invitan a la reflexión y nos revelan que la vida no es la suma de los monstruos que nos atenazan sino el disfrute de los pequeños instantes, los gestos sencillos que nos universalizan y en los que se encuentra el sentido de nuestra existencia.

Nº de páginas: 96 págs.
Editorial: AGUILAR, Madrid 2012
ISBN: 9788403012622


Copio algunas de las frases, sensaciones, evocaciones conmovedoras….

La risa loca, las conversaciones telefónicas hablando de lo divino y de lo humano, las cartas manuscritas, las comidas familiares (algunas) o entre amigos, las cervezas en la barra, las copitas de tinto o de blanco, el café en una terraza, la siesta en la sombra, unas ostras junto al mar, unas cerezas en el árbol, las rabietas de broma, mantener una colección.

Silbar con las manos en los bolsillos, estar en babia, saborear momentos de silencio, de soledad, correr bajo la cálida lluvia de verano, mantener una larga conversación en la penumbra, los besos en el cuello, el olor de los croissants calientes por la calle, los guiños de complicidad, el momento en el que todos se calla la naturaleza…, escuchar los gritos alegres de los niños en el patio, hartarse de helados o de chocolate, descubrirse atractivo para otros, que te miren y te escuchen, sentirse ligero de piernas, holgazanear por la mañana en la cama, ir en un barco de pesca, observar a un artesano, detenerse para escuchar a un charlatán.

Sentir el peso del propio cuerpo hastiado de cansancio en la cama, aprobar un examen, dormirse en el hombro de alguien.
Emocionarte hasta llorar, gritar de alegría…, acariciar, que te acaricien, besar, que te besen, abrazar, que te abracen (con amor, complicidad, ternura), sentirse en plena forma, lleno de entusiasmo, de pasión, sentir un arrebato de corazón, reírse de los convencionalismos.

Pegarse un atracón, sentir el cosquilleo de un miedo agradable, sentirse mal y contar con un amigo, deleitarse en secreto con una idea, un proyecto, un recuerdo.

Sacarse una piedra del zapato, tomar un baño de medianoche, asistir a una aurora boreal, dar volteretas y más vueltas en la hierba.... encontrar un trébol de cuatro hojas.

Tener un montón de cajas, desvanes y armarios profundos, acercarse al vacío.... acostarse en sábanas recién cambiadas.

Sentirse reconfortado, lleno de vida y de bienestar, amarlo todo de la vida rústica (incomodidades incluidas), entablar una conversación con facilidad, asumir lo que uno odia.

Preocuparse por algo, asustarse con facilidad por culpa de una torpeza, o un descuido, o de un retraso, o del qué dirán, que alguien te importe, se fije en ti, sentirse feliz y contento de lo que uno acaba de hacer....

Gozar de la soledad y esconderse cuando hay demasiado alboroto.

Devolver la vida a los muertos hablando de ellos, lanzarse injurias mentalmente por la propia pusilanimidad, pereza, dudas e incertidumbres, falta de continuidad, susceptibilidad, lentitud, glotonería, tendencia a dejar para mañana, el miedo a “molestar”, y un montón de defectos más.

Odiar el ambiente de rebajas, intentar sorprenderse roncando, brincar de alegría al superarte aunque sea un poquito.... sentirse a gusto entre amigas, tener apego a fotos o a objetos… zamparse de un bocado un bombón para recompensar un esfuerzo o una victoria.

Una delicia. Se me ocurre que voy a empezar una libreta para ir apuntando todo eso que a mí me emociona, me hace sentir, lo verdaderamente importante en la vida.

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