martes, 25 de agosto de 2015

El viento en las hojas de J. A. González Sainz

El sonido del viento que acaricia las hojas es el ritornelo que recorre estos relatos. Y susurra acerca de la vida y la muerte, del inexorable paso del tiempo o el ajuste de las cuentas de una vida, pero también de la sensualidad de los cuerpos y el enigma del deseo. El motivo sonoro puede acompañar el lento caminar de dos ancianos que se enfrentan a la crueldad de un joven de insultante belleza, o asemejarse al siseo de la puerta giratoria de un viejo café, donde unos niños entran y salen, un hombre observa y descifra la secreta belleza de una mujer, y otro anuncia su próxima muerte a sus amigos de toda la vida. O asociarse al goce de una niña que sopla pompas de jabón en el pretil de un puente e ignora a su madre que la mira con los ojos del miedo... Otras veces, lo que trae el viento que agita el follaje es la seductora sonrisa de una vendedora de helados, los vericuetos de la vida conyugal, el sabor a limón del amor. O la inasible imagen de una mujer detrás de un escaparate ante el que uno de los narradores pasa obsesivamente cada día para verla, para contemplar ese cuerpo. Y para mirar a los que la miran. «Nos precipitamos», reflexiona uno de los narradores del libro, «al abismo de las imágenes y los relatos.» Y es allí donde mirar, imaginar, desear y, cómo no, contar, establecen una fecunda relación, donde el enigmático susurro de hojas y palabras se convierte en ese murmullo  - ¿indescifrable? - en el que reverbera el misterio de nuestra condición. Literatura para leer lentamente, para saborear y meditar, para prestar atención desde lo que se dice a lo que se vive y viceversa, literatura para acompañar nuestras vidas con la vida de nuestras palabras hasta allí donde unas y otras declinan, callan.

Nº de páginas: 144 págs.
Editorial: ANAGRAMA, barcelona 2014

Hacía bastante tiempo que no leía relatos, y a este autor no lo conocía. El libro en conjunto me ha gustado y sorprendido. A veces el lenguaje es un pelín reiterativo, pero busca esa reflexión, el que caigamos cautivados al poder de las palabras. Delicadeza y profundidad. Helado de limón, rodeado de sabores exquisitos. Pompas de jabón que revolotean hasta deshacerse en la caída ante una madre paralizada por sus temores. El Café Comercial (en la glorieta de Bilbao en Madrid, donde recuerdo un par de conversaciones con una amiga). Observar a la clientela, espiar conversaciones y gestos. La muerte como invitada no deseada, una despedida sin poder dar un paso más. En hombre misterioso que pasa los días sentado a la misma mesa de un café, con sus tres periódicos….

Era como si más que lo ofrecido, fuera en el fondo el ofrecimiento lo que contara; más que la decisión, la posibilidad de decidir.

¿No será la belleza la sola atención?

Ni meta ni promesa de anuncios del más allá, tan sólo una sonrisa de un idiota.

¿Tan delicadas eran algunas cosas y tan rápido se deslizaban?, se podía pensar al verla tan hipnotizada por la corriente como por sus pompas de jabón ¿y no serán a lo mejor maravillosas precisamente por lo poco que duran y lo frágiles que son?



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