Humo
José Ovejero
Nº de páginas: 144.. Editorial Galaxia Gutenberg 2021
Un texto magnífico, de gran calidad. Inquietante y sorprendente.
La naturaleza mutante y amenazante. La supervivencia de una mujer y un niño, sin nombres, con un pasado que desconocemos por completo. No hay explicaciones, ni pistas. Libertad absoluta para cada lector. Es una historia que nos engulle. Fragilidad, vulnerabilidad, afectos, soledad, silencio, hambre, belleza, miedo, incertidumbre.
Sinopsis: Una mujer, un niño y una gata conviven en una cabaña en pleno bosque, calladamente la mayor parte del tiempo, pues el niño apenas habla. No tienen contacto con nadie, excepto por las visitas de un hombre que les trae provisiones de vez en cuando. No son familia, pero juntos salen adelante. Fuera, la naturaleza se está volviendo impredecible: el paisaje deslumbrante que rodea a los protagonistas adquiere a veces matices siniestros. Ellos subsisten con lo que obtienen de un huerto que cada vez da menos frutos, y con lo que consiguen del bosque inmediato. A lo lejos, en las ciudades, parece que también hay extrañas turbulencias, cuya amenaza se proyecta sobre la cabaña. José Ovejero nos presenta a estos personajes solitarios, sin alma de héroes, y nos hace reflexionar sobre el sentido de la vida, los lazos que nos unen a las personas de nuestro entorno y la capacidad de sobrevivir en situaciones adversas.
Fragmentos seleccionados:
.... me gustaría acunar a ese pájaro recién caído del nido, a ese gato que regresa a casa tras sobrevivir a un chapuzón en el río helado, a este perro que a pesar de todo se acerca temeroso a la persona que acaba de golpearlo. Vivo con un animalito que no es del todo doméstico, con un ser incapaz de sobrevivir por sí mismo y sin embargo ni mendiga ni se rinde. Si fuese mi hijo estaría orgullosa de él.
Contemplo un atardecer incendiado. Las nubes que han pasado casi todo el día prendidas de la falda de la montaña han ido alzándose y ahora flotan sobre los picachos con la panza de color rosa, tiñendo la nieve con su reflejo. Ya el sol se ha puesto para nosotros, pero la luz es más brillante que hace unas horas. También brillan rojizas y amarillentas las últimas hojas de los álamos y los robles. Bajo la vista y descubro que el gato está mirando en la misma dirección. ¿Tendrán los animales un sentido de la belleza? ¿Sentirán emoción ante un mar reventando contra la base de un acantilado, ante un bosque invadido por la bruma, ante un cielo que parece a punto de fundirse en un manto de ascuas?
La gata y el niño no pueden explicarme por qué hacen lo que hacen, no aportan motivos. Son dos cajas negras imposibles de abrir. Tampoco es que yo les dé muchas explicaciones. Convivimos, calladamente la mayor parte del tiempo. Hacemos lo que tenemos que hacer; sin justificarnos. Sin mentir. No puedo imaginar una familia mejor.
Que sea una voluntad o un suceso azaroso lo que nos hiere no altera la magnitud del daño.
El niño está tumbado en el suelo, boca abajo, moviendo los labios como si hablase solo. ¿Echará de menos a alguien, a un padre, a una madre, a un amigo? ¿Me echará de menos a mí sí me muero? En lugar de enternecerme la fantasía, siento indiferencia. No, no va a hacer que me sienta responsable. Somos una asociación, una forma de vida simbiótica. Yo soy la concha del cangrejo ermitaño, dura, insensible. Alguien tiene que asumir ese papel.
Sólo nos es de verdad cercano lo que podemos nombrar.
.... creo que encontrar el final verdadero de las cosas, aunque sea un final indeseado, siempre nos alivia.
...en ocasiones me río, y la risa suena como si saliese de otra, de una mujer ebria pero alegre, de una mujer que no puedo ser yo.
Cuando me toca me vuelvo a un tiempo firme y maleable.
Mentira. No sé qué necesita, si encuentra en sus recorridos algo que lo sacie, si los recuerdos que trae consigo son más intensos que lo que puede sentir en mi presencia.
A pesar de todo hay en mi vida momentos de felicidad. No quiero decir únicamente de tranquilidad o ausencia de miedo. Es mucho más o mucho mejor que eso.
Elegir lo que no es razonable, ceder a un capricho, aunque no sea el mío, me hace sentirme dueña de mi vida. No es algo que pueda decir muchas veces.
....yo he aprendido a huir de los hombres nostálgicos; quieren rehacer contigo aquello en lo que ya fracasaron. Esperan que seas la sutura de una herida que no has abierto tú.
A veces me gustaría que me ocurriese lo mismo: ser capaz de percibir sin pensar, de sentir sin imaginar.
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