Dos
llamadas de teléfono para anunciar un gravísimo error. Reunión en el hospital
con ambas parejas de progenitores con niños de 6 años que se intercambiaron al
nacer.
¿Qué
hacer? Demandar al centro sanitario, conocerse entre todos e intentar llegar al
mejor acuerdo… Pero ¿cuál es esa solución buena?
Una
familia formada por un arquitecto que sólo vive para progresar en el trabajo,
su mujer que es la encargada del hogar y de la crianza del hijo único. Lujoso
apartamento en la zona exclusiva de la ciudad, clases de piano y un colegio de élite.
La
otra familia mucho más espontánea, que se divierte con sus hijos. Regentan un
pequeño comercio en el suburbio periférico y comparten hasta la hora del baño
todos juntos, padres y los tres niños.
Tenemos
dos perspectivas vitales repletas de matices. Matrimonios con diferencias a la
hora de enfocar y sufrir el gran problema. Culpas externas o propias (como
madre, asegura una de ellas, tendría que haberse dado cuenta de que ése no era
su bebé). Los férreos lazos de sangre por encima del amor. Las expectativas
forjadas para el futuro. El dinero y posición social como seguro protector y
facilitador del bienestar. Un dolor profundo. Y mientras dos pequeños que se
ven inmersos en un juego que deja de serlo muy pronto y pasa a convertirse en
una situación incomprensible y contra la que lucharán con los medios de los que
disponen.
Con
todo este cargamento, parece increíble que sin sentimentalismo barato; incluso
por momentos bajo esa apariencia de insensibilidad de algunos de los personajes;
esta historia y cada uno de los componentes de ese trágico cuadro, nos lleguen
a lo más hondo.
Los
dos hombres, diametralmente opuestos. Para el rico arquitecto no hay tiempo
para estar con su familia, lo único verdaderamente importante es su profesión,
ascender y lograr el éxito de su jefe. No sabe jugar, ni disfrutar de las
travesuras de los niños. Quiere un modelo perfecto para su hijo, y parece
explicarse ahora porqué ese niño no se parece en nada a él.
El
otro hombre es una persona muy desinhibida, con un sentido de la
responsabilidad bastante más relajado, siempre disponible para sus hijos, los
hace reír, y se lo pasan en grande todos juntos.
Las
madres son la fuerza de esta historia, las que sufren, las que se culpan y abrazan;
las que desde un principio podrían dialogar y llegar a un acuerdo.
Me
ha encantado. Los dos niños son maravillosos. Toda la puesta en escena es
delicada y con mucha fuerza visual y emotiva. Una banda sonora que amortigua la
desazón. Los personajes se van mostrando con sus fortalezas y debilidades, por
sí solos, con su presente y su pasado personal y familiar. Una maravilla.
Título original Soshite chichi ni naru. Dirección y guión Hirokazu Koreeda. Fotografía Mikiya
Takimoto. Reparto Masaharu
Fukuyama, Yôko Maki, Jun Kunimura, Machiko Ono, Lily Franky. Japón 2013,
120 min. Festival de Cannes: Premio del Jurado. Festival de San Sebastián:
Premio del Público
En este blog ya he reseñado
otras dos películas del director, que me encantaron: Air doll y Still walking.
4 comentarios:
Como sabes, a mi también me ha gustado mucho.
También he visto Air doll pero tengo pendiente Still walking, así que tendré que verla.
Saludos.
Lu,
Still walking me pareció una obra maestra,ya sabes lo hondo que me llegó.
Ahora,sabiendo que el mismo director está detrás de "De tal padre,tal hijo" y conforme a tu reseña,no me queda más opción que darle una oportunidad.
De entrada,el punto de partida me parece muy interesante ya que pueden desatarse emociones muy complejas y contrarias.
Biquiños
Manderly, como comentaba en tu blog, tenía muchas ganas de ver De tal padre, tal hijo, y salí del cine emocionada.
Still walking es una maravilla, ya me contarás.
Biquiños
Troyana, ahonda mucho en las emociones de los padres, de ambas parejas, y de los niños. Creo que te va a gustar mucho, pero ya me dirás. Cine de emociones.
Biquiños
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