Último día del mes de julio. Toca a su fin esta parada-casi-vacacional. Fuera las nubes cubren el cielo por completo, a ratos llueve con fuerza. No parece verano y tampoco acabo de ser muy consciente de que mañana vuelvo a ser esclava del despertador.
Tranquila, en casa, con Otto y a punto de acabar ese libro que me ha acompañado este último mes.
Quiero imaginarme un momento especial. No me llena de placer entrar en la cocina y dedicarme a las tareas preparatorias de una comida. Pero voy a intentar que sea diferente. Abro una botella de vino Albariño, bien frío, y me sirvo una copa. Desde el salón suena la espléndida voz de Marisa Monte y ese disco que tantas veces he escuchado. La versión del Pale Blue Eyes.
Tranquila, en casa, con Otto y a punto de acabar ese libro que me ha acompañado este último mes.
Quiero imaginarme un momento especial. No me llena de placer entrar en la cocina y dedicarme a las tareas preparatorias de una comida. Pero voy a intentar que sea diferente. Abro una botella de vino Albariño, bien frío, y me sirvo una copa. Desde el salón suena la espléndida voz de Marisa Monte y ese disco que tantas veces he escuchado. La versión del Pale Blue Eyes.
Agosto va a ser largo, pero vienen los amigos de vacaciones, habrá comidas y cenas, y más cervezas frías, y buena música (Kusturica en Castrelos), y, seguro que momentos inesperados y muchas gratas sorpresas. Y a la vuelta de la esquina septiembre, con las VACACIONES, las de verdad.