viernes, 12 de diciembre de 2008

Pregúntale al polvo – John Fante


Prólogo de Charles Bukowski:

“Pero cierto día cogí un libro, lo abrí y se produjo un descubrimiento. Pasé unos minutos hojeándolo. Y entonces, a semejanza del hombre que ha encontrado oro en los basureros municipales, me llevé el libro a una mesa. Las líneas se encadenaban con soltura a lo largo de las páginas, allí había fluidez. Cada renglón poseía energía propia y lo mismo sucedía con los siguientes…He allí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos. El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia. Comenzar a leer aquel libro fue para mí un milagro tan fenomenal como imprevisto.”

“…mucho antes de acabarlo supe que había dado con un autor que había encontrado una forma distinta de escribir… Tendría una influencia vitalicia en mis propios libros. ”

“….en su forma de escribir y en su forma de vivir se dan las mismas constantes: fuerza, bondad y comprensión.”

Así empieza la aventura de Arturo Bandini, soñador y aspirante a escritor famoso y millonario:

“Cierta noche me encontraba sentado en la cama de la habitación de la pensión de Bunker Hill en que me hospedaba, en el centro mismo de Los Angeles. Era una noche de importancia vital para mí, ya que tenía que tomar una decisión relativa a la pensión. O pagaba o me iba: es lo que decía la nota, la nota que la dueña me había deslizado por debajo de la puerta. Un problema relevante, merecedor de una atención enorme. Lo resolví apagando la luz y echándome a dormir.”

Miedos:

“Bajé los peldaños de Angel’s Flight hasta llegar a Hill Street: ciento cuarenta escalones, con los puños apretados, no asustado de ningún hombre, pero sí temeroso del paso subterráneo de Third Street, temeroso de cruzarlo, por claustrofobia. Asustado también de los sitios elevados, y de la sangre, y de los temblores de tierra; por lo demás, ningún temor, salvo el temor de la muerte, de gritar en medio de la multitud, de una apendicitis, de sufrir del corazón, hasta de esto, estar en la propia habitación con un reloj en la mano y los dedos de la otra en la yugular, contando los latidos cardíacos, escuchando los extraños zumbidos y retortijones del estómago. Por lo demás, ningún miedo en absoluto.”

Madre:

“Cien dólares. Otra vez era rico. Período de expiación, de rectificación del pasado. Mandé cinco dólares a mi madre. Me escribió una carta de agradecimiento y lloré al leerla. Las lágrimas me corrían por las mejillas mientras me apresuraba a contestarle. Le envié otros cinco. Estaba satisfecho de mí mismo. Tenía algunas cualidades buenas. Ya veía a mis biógrafos hablando con mi madre, una señora muy anciana en silla de ruedas; mi Arturo era un buen hijo, me ayudó mucho.”

Euforia:

“Seis semanas, unas cuantas horas dulcísimas al día, tres, cuatro y en ocasiones cinco horas deliciosas, mientras los folios se amontonaban y los restantes deseos se mantenían en letargo. Me sentía como un espectro que anduviese por la tierra, un enamorado de los hombres y los animales por igual, y me inundaban olas de ternura embriagadora cuando hablaba con la gente y me mezclaba con ella por la calle. Dios Todopoderoso, Dios de mi vida, sé bueno conmigo, dame una lengua de azúcar para que los tristes y solitarios me escuchen y sean felices. Así pasaban los días. Días soñadores, días de luz, y a veces me inundaba una alegría tan serena y grandiosa que apagaba la luz y me echaba a llorar, y me sobrevenía un deseo extraño de morir.”

Vivir:

“Patrullaba por la ciudad con el Ford: encontraba callejones misteriosos, árboles solitarios, casas antiguas y medio derruidas que procedían de un pasado desaparecido. Vivía en el Ford día y noche y no me detenía más que el tiempo necesario para pedir una hamburguesa y un café en desconocidos restaurantes de carretera. Aquello era vivir, dejarse llevar y detenerse para proseguir inmediatamente después, siguiendo siempre la raya blanca que corría paralela a la costa llena de accidentes, descansar un momento al volante, encender otro cigarrillo y observar como un tonto el cielo abrumador del desierto para preguntarse por el significado de las cosas.”

Publicado en 1939, conserva toda su energía y frescura. He disfrutado mucho con este libro.

2 comentarios:

Pepe del Montgó dijo...

Si en la literatura aciertas como con el cine, habrá que leer todo lo que recomiendas.

LU dijo...

Se lee muy bien, y el tema es muy actual. Alguien que busca el éxito con afán.

Hubo un tiempo cuando era joven y soñadora en el que me veía a mi misma escribiendo...