La
luz difícil
Tomás
González
Algunos
libros necesitan su momento, su estado de ánimo. Descubro con este
texto la profundidad de la prosa del escritor colombiano. Voy
apuntando párrafos, frases; voy sintiendo su dolor ante la pérdida
de un hijo. Esas últimas horas, demasiado lentas, con dudas, con
confusión y un sufrimiento que arrasa.
Recuerdos,
el presente, lo sucedido, los hijos, las mujeres, Sara. Y la pintura,
la luz, el mar. La escritura como bálsamo, con el esfuerzo que
supone una visión cada vez más borrosa.
Me
ha parecido de una intensa belleza, un homenaje al querer y al
llorar.
Párrafos
seleccionados.
El
infortunio es siempre como el viento: natural, imprevisible, fácil...
Pero
pasa también que a veces pienso en mi hijo, y los sentimientos son
tan cálidos que se me ocurre pensar que la vida es eterna, quieta y
eterna, y el dolor, una ilusión.
La
verdad no existe, además, y el mundo es solo música.
Cruel
es el lugar común de que la esperanza es lo último que se pierde.
(Habla
de una granizada). Es el
estruendo mismo de la luz. Difícil vivir algo más hermoso. Es la
destrucción del yo, la disolución del individuo. El aire huele a
agua y a polvo y uno no es nadie.
No
se oye ni para escribir.
Nuestra
aflicción era como una nube muy oscura que no fuera a parar de
crecer y ya cubriera cielo y tierra.
Me
ha gustado siempre buscar el equilibrio de los objetos, y no acabo de
asombrarme de la forma como viven si uno conoce la luz de un espacio.
Cada
vez había menos de qué hablar. El silencio empezaba a rodear
implacablemente a la vida.
En
todo caso me espera un futuro en el que seguramente solo voy a gozar
de la luz de los sonidos, y de la luz de la memoria, y de la luz sin
formas, pues mi vista se está yendo sin remedio.
Cuando
pienso en eso y siento la ausencia de Sara y el frío de esta, la
inevitable soledad de la vejez humana, debo recostarme un rato,
apagar el alma unos minutos como soplando una vela y dormir.
No
existe un animal más feliz que un labrador a la orilla del mar.
Que
tu armazón, como en el caracol, sea tan fuerte que pueda permitir la
ternura.
Siempre
me he sentido culpable por esta mi incapacidad para consolar a otros,
y más aún cuando esos otros han sido mis hijos.
Cada
cosa que el hijo de Ángela cuenta forma imagen. Si uno tomara lápiz
y papel podría dibujar sus historias a medida que las va contando.
Siempre son un poco absurdas, cómicas, y casi nunca tiene necesidad
de repetirlas, pues le llegan en abundancia, ya que mira mucho y sabe
observar el mundo.
....me
asombra otra vez lo difíciles que son las palabras, lo mucho que por
si solas, o casi por si solas, expresan lo ambiguo, lo transmutable,
lo poco firme de las cosas. Son iguales al mundo: inestables como
casa en llamas, como zarza ardiente.
....pero
la alegría aflora siempre, o casi siempre, como trozo de madera en
el agua, no importa lo profundo del horror de lo vivido.
Por
fortuna nadie dijo que su muerte había sido lo mejor para él. Era
un lugar común desagradable, y además nadie lo sabía con certeza.
Sinopsis:
Son las siete de la mañana cuando a David lo despierta una punzada
de angustia en el vientre: ha llegado el día en que está programada
la muerte de su hijo Jacobo. Parapléjico tras un accidente de
tráfico, el muchacho siente dolores tan fuertes que la vida se le ha
vuelto insoportable. Su hermano lo ha acompañado hasta Portland,
donde un médico va a prestarle ayuda, muy lejos del apartamento
familiar en Nueva York, en el que David aguarda noticias del
desenlace, padeciendo el paso de las horas mientras se pregunta si
tal vez Jacobo, en el último momento, se arrepentirá.
Casi
veinte años más tarde, con la vista gastada pero la memoria
intacta, David recuerda los tiempos de Nueva York, el terrible
accidente de su hijo y, ante todo, la larga espera durante ese día,
anhelando que no avance el tiempo mientras mata las horas trabajando
en su último cuadro, en el que se esfuerza con ahínco, como si de
ello dependiera la vida de todos, por plasmar el esquivo reflejo de
la luz en el agua.
Novela
de una emoción serena, de una belleza palpitante, perfecta en su
sobria sencillez, La luz difícil acredita a Tomás González como
uno de los autores más importantes de nuestra lengua. Una historia
sobre el dolor y la proximidad de la muerte que celebra la vida en
toda su luminosidad.
Nº
de páginas: 152. Tiempo de lectura estimado: 3h 33m. Editorial Sexto
Piso, 2023. Así empieza.
Tomás
González nació en Medellín, Colombia, en 1950, y comenzó a
escribir a principios de la década de los setenta, poco después de
iniciar los estudios de Filosofía en la Universidad Nacional de
Colombia. A partir de entonces no ha dejado de escribir, publicando
sus libros en Colombia, México, y en España. También poeta y
cuentista la mayoría de su obra se centra en Colombia. Ha publicado
las novelas Los caballitos del diablo, Historia de Horacio y Para
antes del olvido; la colección de cuentos El rey del Honka Monka y
el poemario Manglares.