viernes, 1 de enero de 2010

Nocilla experience – Agustín Fernández Mallo

Harold acaba su última caja de cereales, deja conectada su primitiva videoconsola y decide recorrer Norteamérica durante un lustro. Un tipo que maneja las grúas del puerto de Nueva York diseña una casa para suicidas. En Basora, un marine se enamora de una irakí en el instante en que la encañona. Un tal Julio da forma a una Rayuela alternativa. Sandra vuela de Londres a Palma de Mallorca al tiempo que se resuelve el misterio del incendio de la Torre Windsor. El capitán Willard sigue esperando en Saigón aquella misión: nunca imaginó lo especial que sería. Hay gente que utiliza los oleoductos vacíos subterráneos de la antigua Unión Soviética para cruzar las fronteras. Un cocinero proyecta cocinar el horizonte.

Nocilla Experience es un caleidoscopio ficcional, donde cabe todo menos el sopor, incluso las enseñanzas de un código samurái, sin olvidar las andanzas de un elenco de protagonistas con rarezas de primera magnitud que no son más que la expresión de su radical soledad. Un libro con muchos ecos: de la literatura de Perèc al cine de Jarmusch, pasando por Coppola. (ALFAGUARA)

Forma parte de una trilogía, de la Nocilla (ñam), y es la segunda entrega. Reconozco que he hecho coincidir esta entrada con la reseña de 2008 sobre Nocilla dream. Pero, curiosamente he sido consciente al buscarla, que en ambas ocasiones he finalizado el año con este autor. La próxima tendrá que esperar a diciembre de 2011, veremos…

Un palacio de cristal como homenaje al parchís en la inmensidad de la estepa rusa. Caseta en la azotea y las fórmulas matemáticas que penden de un tendal. De nuevo este universo propio te agarra fuerte y no te suelta, en cada uno de los segmentos en apariencia distantes, pero unidos por hilos digitales o sentimentales.

Con banda sonora y alusiones cinematográficas, no le falta detalle para aportar un mundo en el hay cabida para los personajes más extraños y a la vez cercanos. Un deleite recorrer estas páginas.

Torre para suicidas. Esta construcción parte de la idea de que los miles de suicidios que al año se consuman en la ciudad de Nueva York, así como las tentativas frustradas, resultan demasiado dramáticos y engorrosos debido a no disponer la urbe de unas instalaciones adecuadas y debidamente organizadas. Así, lo dejan todo hecho un asco; sangre en las aceras, ahorcados a los que se le rompe la cuerda y hay que reanimarlos, cuerpos mutilados al paso de los trenes, y todo con el consiguiente perjuicio psicológico para las verdaderas víctimas, los que se quedan, obligados a contemplar semejantes espectáculos. Su torre consta de un ascensor que eleva al suicida desde una planta baja, donde hay servicio de capellán, cafetería, algo de comida rápida, gabinete psicológico a fin de afrontar el trance en las mejores condiciones mentales posibles, espacio para los familiares y enfermería por si el intento resulta frustrado, hasta la altura de un 8º piso. Y ahí sí que no hay nada: una sala blanca y vacía, y un hueco para el vuelo picado que da un patio en el que al impactar el suicida contra el suelo se activan unas mangueras que expulsan agua y lavan tanto al defenestrado como el pavimento… En los sótanos se hallan dependencias destinadas a otro tipo de opciones: camas junto a abundantes botes de somníferos, cuartos especiales con sogas colgadas de sus correspondientes vigas…

El horizonte no existió hasta que una persona se interpuso entre él y el siguiente horizonte; la silueta humana vertical sobre la horizontal definió la primera encrucijada…

Principio del libro

Blog del autor: El hombre que salió de la tarta



HACE UN AÑO: My little airport

2 comentarios:

kei dijo...

Se lo recomendaré a todos mis amigos frikis y lectores. A los dos.

LU dijo...

Key, y para ti no vale la recomendación? Si no has leído ninguno, Nocilla dream es toda una experiencia.

Biquiños