Desayunamos y devora, pero esta vez quedan en su platos unas bolitas de su suculento pienso.
Toca visita al veterinaria. Su cartilla: 3 vacunas y pastilla para las lombrices.
Baja ya unas pocas escaleras. Da unos tímidos pasos al lado del portal de casa. La gente le mira.
Toca esperar nuestro turno en la sala del veterinario y cuando ya lo ve, le suelta tremendos ladridos. Su temperatura es de 38,9º (bien). Peso: 6 kilos 400 gramos (ya promete...), corazón, ojos, dientes, sanos. Le recortan las uñas.
Tarjeta con los teléfonos para las urgencias (caninas).
Compramos su champú, un cepillo y un peine para desenredar sus orejas. Nos regalan un precioso calendario.
Al salir anda un poquito más. Una niña con otro perro se acerca a darle unos mimos.
Sube al piso por su cuenta y a mitad de escaleras decide que es un buen momento para dejar huella (sus caquitas allí en medio). Me voy a poner en forma subiendo y bajando cuatro pisos.
Vamos a casa de mis padres y por la calle sigue con sus miedos, pero se va soltando.
Su primer pis sobre los papeles de periódico.
De vuelta a casa ya va el solo casi todo el camino, excepto para cruzar uno de los semáforos. Llora y le miran.
Vaya alegría al verse en su casa, en ese espacio protector!
Va conociendo a más gente, y siempre es lo mismo, les gruñe y después pasa olímpicamente de todos. Al ver a Elvis, el perrillo de mis vecinos, huye despavorido y se esconde debajo de mi cama. Mi héroe!
No parece muy sociable. Conmigo ya juega y después de tanto sobresalto engulle toda su ración de pienso.
Aparece mi hermana con regalitos para él: una camita, un bebedero rojo, una pelota con huesitos que pita al estrujarla, superado el susto inicial de ruido, se pone con ella unos 15 minutos y se o pasa como un enano. Da gusto verle así de feliz.
También prueba su cama y se acurruca todo contento.
A mi me trae un libro sobre los cócker.
A la hora de dormir, le cojo su cama y ya se viene conmigo
Ha sido un día muy intenso. Ha hecho grandes esfuerzos y no ha parado ni un segundo. Supongo que se dormirá (y yo dormiré).
Hay ya varios pises sobre los papeles de periódico y ya corretea por el pasillo y va por toda la casa. Todo lo muerde. Le encanta enganchar las zapatillas y la ropa que queda a su alcance, y arrastrarlo por el pasillo como un juguete muy divertido.
Parece feliz.
Toca visita al veterinaria. Su cartilla: 3 vacunas y pastilla para las lombrices.
Baja ya unas pocas escaleras. Da unos tímidos pasos al lado del portal de casa. La gente le mira.
Toca esperar nuestro turno en la sala del veterinario y cuando ya lo ve, le suelta tremendos ladridos. Su temperatura es de 38,9º (bien). Peso: 6 kilos 400 gramos (ya promete...), corazón, ojos, dientes, sanos. Le recortan las uñas.
Tarjeta con los teléfonos para las urgencias (caninas).
Compramos su champú, un cepillo y un peine para desenredar sus orejas. Nos regalan un precioso calendario.
Al salir anda un poquito más. Una niña con otro perro se acerca a darle unos mimos.
Sube al piso por su cuenta y a mitad de escaleras decide que es un buen momento para dejar huella (sus caquitas allí en medio). Me voy a poner en forma subiendo y bajando cuatro pisos.
Vamos a casa de mis padres y por la calle sigue con sus miedos, pero se va soltando.
Su primer pis sobre los papeles de periódico.
De vuelta a casa ya va el solo casi todo el camino, excepto para cruzar uno de los semáforos. Llora y le miran.
Vaya alegría al verse en su casa, en ese espacio protector!
Va conociendo a más gente, y siempre es lo mismo, les gruñe y después pasa olímpicamente de todos. Al ver a Elvis, el perrillo de mis vecinos, huye despavorido y se esconde debajo de mi cama. Mi héroe!
No parece muy sociable. Conmigo ya juega y después de tanto sobresalto engulle toda su ración de pienso.
Aparece mi hermana con regalitos para él: una camita, un bebedero rojo, una pelota con huesitos que pita al estrujarla, superado el susto inicial de ruido, se pone con ella unos 15 minutos y se o pasa como un enano. Da gusto verle así de feliz.
También prueba su cama y se acurruca todo contento.
A mi me trae un libro sobre los cócker.
A la hora de dormir, le cojo su cama y ya se viene conmigo
Ha sido un día muy intenso. Ha hecho grandes esfuerzos y no ha parado ni un segundo. Supongo que se dormirá (y yo dormiré).
Hay ya varios pises sobre los papeles de periódico y ya corretea por el pasillo y va por toda la casa. Todo lo muerde. Le encanta enganchar las zapatillas y la ropa que queda a su alcance, y arrastrarlo por el pasillo como un juguete muy divertido.
Parece feliz.
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