jueves, 29 de diciembre de 2011

El héroe solitario


  
En un endeble aeroplano, Charles Lindbergh logra la extraordinaria proeza de cruzar el Atlántico y cubrir el trayecto Nueva York – París sin escalas, allá por 1927. Piloto de correo postal muy experimentado, con muchas horas de vuelo en condiciones extremas. Firme defensor de su proyecto busca, en primer lugar, un grupo de inversores que crean en esa loca aventura. Su obstinación y pleno convencimiento le llevan a participar de forma activa en la fabricación del avión, aportando ideas para mejorar el prototipo. Labor de equipo, como una gran familia, que apuesta en firme por él. En su afán por ser el primero, ha de precipitar la operación, en contra de los consejos de prudencia de quienes le apoyan. Durante esa noche previa rememora parte de su vida profesional (divertida escena con su peor alumno, un sacerdote que, con sus oraciones, se siente allá arriba más cerca de dios). Inquietante despegue en una pista repleta de baches y barro, con apenas visibilidad; sistema de navegación a ciegas y un pequeño espejo. Su peor enemigo, el cansancio; continúa con los recuerdos para no dormirse (su primer cacharro volador, trabajando en el circo...). Crece la tensión con la aparición de hielo, los fallos de la brújula...


 
Me encantan estas historias de gente que lucha para hacer realidad su sueño, aunque a priori sea casi un imposible. Esa tenacidad, esa seguridad; envidiable. Adoro a James Stewart que, en este caso, se come la cámara, y hace que suframos con él cada minuto de sus angustias allá arriba. La mosca polizonte es una genialidad.





El retrato que hizo Wilder del famoso viaje de Lindbergh está muy infravalorado, pero es una biografía suntuosa. La elegancia y el sentido del humor característicos de James Stewart están muy palentes en su interpretación, sobre fondo de una banda sonora compuesta por Franz Waxman. Wilder se sentía un poco intimidado por la leyenda con la que Lindbergh se protegía a sí mismo. No pudo ni siquiera sacar a relucir la historia real de una camarera con la que, al parecer, se acostó el piloto la noche anterior a su travesía. Se hicieron amigos, pero eran muy distintos. En la época de la película, Lindbergh, era uno de los hombres más famosos del mundo, pero cogía el autobús para visitar a Wilder en Beverly Hills. El secuestro de su hijo no está incluido en la película, y el ingenio subversivo de Wilder tiene poca presencia. Una excepción es la secuencia en la que una mosca queda atrapada en la cabina y ello le permite a Stewart mantener una conversación con el insecto. Muchos años después de que Charles Boyer se negara a pronunciar un monólogo semejante con una cucaracha, Wilder logra por fin su escena. Por los pelos. Al parecer, a Stewart le desagradaba la idea, así que la mosca vuela en libertad enseguida. De todas formas, es una muestra de la magia de Wilder que nos recuerda quién está al mando. Del libro “Conversaciones con Billy Wilder” de Cameron Crowe.

TÍTULO ORIGINAL The Spirit of St. Louis. EE UU 1957, 138 min. DIRECTOR Billy Wilder. GUIÓN Billy Wilder y Vendell Mayes (Novela de Charles A. Lindbergh. Adaptación: Charles Lederer). MÚSICA Franz Waxman FOTOGRAFÍA Robert Burks y J. Peverell Marley REPARTO James Stewart, Murray Hamilton, Patricia Smith, Barlett Robinson, Marc Connelly, Arthur Space, Charles Watts, Robert Cornthwaite, Sheila Bond, Harlan Warde


2 comentarios:

Pepe del Montgó dijo...

Comparto totalmente tu adoración por james Stewart así que voy a ver esta película creo yo que por primera vez (puedes quitarme el adjetivo de cinéfilo)

LU dijo...

Pues creo yo también que era la primera vez que la veía y fue exactamente hace unos días. Soy de memoria muy frágil, pero en este caso dudo de que ése sea el problema…

Lo positivo de todo esto es cuánto nos queda por descubrir, incluso de directores y actores míticos.

Mañana cierro el año con una que hemos visto todos unas cuantas veces…