Tsukiko tiene 38 años, y vive en la más profunda soledad. Un día, por casualidad se encuentra con un viejo maestro, del que apenas recuerda su nombre. Comparten gustos culinarios, y sin apenas conversaciones, se van estrechando los lazos entre ambos.
Sutil y muy pausada, entre trago y trago de sake y exóticos platos japoneses, crece el amor y la complicidad.
Cogí una manzana del cesto. Intenté pelarla entera como hacía mi madre, pero la piel se rompió a medias. De repente, los ojos se me inundaron de lágrimas. Ya no eran sólo las cebollas lo que me irritaban los ojos, ahora también lloraba pelando manzanas. Me la comí sin dejar de llorar. Entre mordisco y mordisco, oía el goteo de las lágrimas que se estrellaban contra el fregadero de acero. Mi mayor actividad del día fue quedarme de pie frente al fregadero, comiendo y llorando a la vez.
Cuando estoy sola tengo la costumbre de pensar en un sinfín de cosas, desde la marca Wilkinson, hasta el viaje a Europa que hice mucho tiempo atrás. Mi cabeza se llena de burbujas en expansión, como si fuera una botella de agua con gas. Desnuda, me coloqué frente al espejo de cuerpo entero y mi mente empezó a divagar. Hablaba conmigo misma como si tuviera alguien a mi lado. Ensimismada en mis pensamientos, apenas prestaba atención a mi cuerpo desnudo, que ya empezaba a notar los efectos de la gravedad. No hablaba con mi yo visible, sino con mi otro yo, una presencia invisible que flotaba en la habitación.
No tengo nada en contra de los teléfonos móviles. Es muy interesante ver a un tipo hablando solo en voz alta delante de todo el mundo.
Sutil y muy pausada, entre trago y trago de sake y exóticos platos japoneses, crece el amor y la complicidad.
Cogí una manzana del cesto. Intenté pelarla entera como hacía mi madre, pero la piel se rompió a medias. De repente, los ojos se me inundaron de lágrimas. Ya no eran sólo las cebollas lo que me irritaban los ojos, ahora también lloraba pelando manzanas. Me la comí sin dejar de llorar. Entre mordisco y mordisco, oía el goteo de las lágrimas que se estrellaban contra el fregadero de acero. Mi mayor actividad del día fue quedarme de pie frente al fregadero, comiendo y llorando a la vez.
Cuando estoy sola tengo la costumbre de pensar en un sinfín de cosas, desde la marca Wilkinson, hasta el viaje a Europa que hice mucho tiempo atrás. Mi cabeza se llena de burbujas en expansión, como si fuera una botella de agua con gas. Desnuda, me coloqué frente al espejo de cuerpo entero y mi mente empezó a divagar. Hablaba conmigo misma como si tuviera alguien a mi lado. Ensimismada en mis pensamientos, apenas prestaba atención a mi cuerpo desnudo, que ya empezaba a notar los efectos de la gravedad. No hablaba con mi yo visible, sino con mi otro yo, una presencia invisible que flotaba en la habitación.
No tengo nada en contra de los teléfonos móviles. Es muy interesante ver a un tipo hablando solo en voz alta delante de todo el mundo.
HACE UN AÑO: Cerezos en flor
6 comentarios:
Ahora si tengo demasiado que leer, así que Kawakami, queda anotado. De Nooteboom leí La historia siguiente y actualmente Rituales, ésta me cautivo.
Disfruta la Semana Mayor...
Besos, Monique.
Monique, pues a mi sin embargo me vino muy bien la referencia que haces porque tengo varios libros sin leer, pero no sabía muy bien por donde seguir y a este escritor holandés le tengo ganas y no he leído nada suyo.
Encima de la mesilla dos obras breves de Luís Sepúlveda que también me recuerdan a ti.
BIQUIÑOS
hola Lu demanera indirecta lleguea tu blog y coincido con Monique tengo algo más que leer y yo tambien ya lo anote.
Besos, Latin.
Curioso su referencia a los móviles. Aunque a veces se hacen pesados hablando sin tener consideración con los que estan cerca.
Latin, bienvenido y muchas gracias por tu comentario.
Un saludo
Pepe, a mi al principio me daba vergüenza hablar en la calle y me lo dejaba en casa… Y ahora, pura dependencia del cacharro…
Publicar un comentario