Rebosa emociones, sentimientos, miedos, dudas y silencios. Nos narra una relación de pareja que podría ser diferente si se rompieran las barreras de la comunicación y los convencionalismos. Soberbia la incursión que hace de la intimidad.
¿Cómo se habían conocido y por qué eran aquellos amantes tan tímidos e inocentes en una era moderna? Se consideraban demasiado complejos para creer en el destino, pero les seguía pareciendo una paradoja que un encuentro tan trascendental hubiera sido fortuito, tan dependiente de cien sucesos y elecciones mínimas. Qué probabilidad tan aterradora que pudiera no haberse producido nunca.
.. siempre lo había sabido. La falta de un término para el estado de su madre le había mantenido en un estado de inocencia. Nunca había pensado que ella estuviera enferma y al mismo tiempo siempre había aceptado que era distinta. La contradicción la resolvía ahora aquel simple enunciado, el poder de las palabras para hacer visible lo que no se veía. Daño cerebral. La expresión disolvía la intimidad, sometía a su madre al frío rasero público que todo el mundo entendía.
¿Y qué se interponía entre ellos? Su personalidad y su pasado respectivos, su ignorancia y temor, su timidez, su aprensión, la falta de un derecho o de experiencia o desenvoltura, la parte final de una prohibición religiosa, su condición de ingleses y su clase social, y la historia misma.
Eran demasiado educados, contenidos, timoratos, daban vueltas de puntillas alrededor del otro, murmurando, susurrando, aplazando, accediendo. Apenas se conocían, y nunca se conocerían por culpa del manto del cuasi silencio amigable que acallaba sus diferencias y les cegaba tanto como les ataba. Siempre habían temido discrepar, y ahora la cólera de él la estaba librando a ella.
A menudo, cuando se sentía infeliz se preguntaba qué era lo que más le gustaría estar haciendo.
Como un patinador sobre un hielo que se funde, aceleró para salvarse de morir ahogada. Apresaba las frases, como si la velocidad bastara para generar sentido, como si pudiera propulsar también a Edward para que dejara atrás también las contradicciones, imprimirle un viraje tan veloz sobre la curva de su intención que él se quedara sin reparos que oponer.
¿Cómo se habían conocido y por qué eran aquellos amantes tan tímidos e inocentes en una era moderna? Se consideraban demasiado complejos para creer en el destino, pero les seguía pareciendo una paradoja que un encuentro tan trascendental hubiera sido fortuito, tan dependiente de cien sucesos y elecciones mínimas. Qué probabilidad tan aterradora que pudiera no haberse producido nunca.
.. siempre lo había sabido. La falta de un término para el estado de su madre le había mantenido en un estado de inocencia. Nunca había pensado que ella estuviera enferma y al mismo tiempo siempre había aceptado que era distinta. La contradicción la resolvía ahora aquel simple enunciado, el poder de las palabras para hacer visible lo que no se veía. Daño cerebral. La expresión disolvía la intimidad, sometía a su madre al frío rasero público que todo el mundo entendía.
¿Y qué se interponía entre ellos? Su personalidad y su pasado respectivos, su ignorancia y temor, su timidez, su aprensión, la falta de un derecho o de experiencia o desenvoltura, la parte final de una prohibición religiosa, su condición de ingleses y su clase social, y la historia misma.
Eran demasiado educados, contenidos, timoratos, daban vueltas de puntillas alrededor del otro, murmurando, susurrando, aplazando, accediendo. Apenas se conocían, y nunca se conocerían por culpa del manto del cuasi silencio amigable que acallaba sus diferencias y les cegaba tanto como les ataba. Siempre habían temido discrepar, y ahora la cólera de él la estaba librando a ella.
A menudo, cuando se sentía infeliz se preguntaba qué era lo que más le gustaría estar haciendo.
Como un patinador sobre un hielo que se funde, aceleró para salvarse de morir ahogada. Apresaba las frases, como si la velocidad bastara para generar sentido, como si pudiera propulsar también a Edward para que dejara atrás también las contradicciones, imprimirle un viraje tan veloz sobre la curva de su intención que él se quedara sin reparos que oponer.
HACE UN AÑO: Amanecer
2 comentarios:
Sin duda la comunicación en la pareja es fundamental, aunque pienso que siempre hay que mantener un poco de intimidad de cada uno para sentir la libertad.
Pepe, estoy totalmente de acuerdo. No por decirlo todo hay mejor comunicación y para mi ese pequeño espacio privado es realmente importante.
En la relación de este libro se omite lo verdaderamente necesario y se expresan cosas más irrelevantes.
Biquiños
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