Dos imágenes

Me encanta ver fotografías. Cuando me voy de viaje, llevo la cámara y quiero guardar, para mi frágil memoria, esos lugares que voy descubriendo. Después, y ya en mi casa, las veo una y otra vez. Es maravilloso sentarse tranquilamente y recrearse con las imágenes.

Pero lo mío es simple afición, máquina automática y total desconocimiento técnico. Uno de mis “deberes” es aprender, pero ya veremos cuándo… Mientras, disfruto con el arte ajeno. De nuevo las casualidades me llevan a este autor: Chema Madoz.

Un cactus, que me recuerda que quiero hacer una foto al que tengo en el trabajo, cuya “misión” es disminuir las radiaciones del ordenador (pamplinas). Regalo de mi madre que se empeña en fomentar mi amor hacia el reino vegetal (complicado). El caso es que es lo de lo más decorativo. Y, a pesar del maltrato sufrido en mi ausencia (sé que no era ésa la intención, pero fue “decapitado”), crece fuerte y sano. Ya sobrepasa el alto de la pantalla. La verdad es que me he encariñado con él. Si es que lo que no consiga una madre!

Una taza de café, que evoca el aroma y el sonido de la ebullición. Momentos de relax, saboreando, acompañando largas conversaciones con mis amigos. Con hielo, con leche, cortado, con un chupito de crema de whisky, un carajillo, DELICIOSO. Un placer, una necesidad.