Yo, Tonya
Década de
1990. Tonya Harding es una prometedora patinadora sobre hielo estadounidense,
una joven de clase obrera, siempre bajo la sombra de su implacable e insensible
madre, pero con un talento innato capaz de hacer un triple axel en competición.
En 1994, su principal rival para los Juegos Olímpicos de Invierno es su
compatriota Nancy Kerrigan, a la que, poco antes de los Juegos, un matón a
sueldo la golpea la rodilla con una barra de hierro. Las sospechas recayeron en
el entorno de Tonya, lo que supuso el comienzo del fin de su carrera.
Los
protagonistas van desvelando lo sucedido, cómo se fue fraguando la carrera
profesional de la patinadora, sus relaciones afectivas-destructivas (madre y
pareja) y los acontecimientos que marcaron el declive.
Impacta esa
madre gélida, obsesionada por el talento de su hija. El patinaje como eje
vital, sin un entorno de apoyo afectivo. A pesar de su virtuosismo, no encaja en la
imagen que jueces y directivos pretenden mostrar de esta categoría deportiva. Violencia
y reacciones agresivas. En lucha constante. Basada en hechos reales.
Me ha gustado
mucho. Desgarradora. Excelentes actrices.
Título
original I, Tonya. Dirección Craig Gillespie. Guion Steven Rogers. Música Peter Nashel. Fotografía Nicolas Karakatsanis. Reparto Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney, Caitlin Carver, Julianne
Nicholson, Bojana Novakovic, Mckenna Grace, Paul Walter
Hauser, Bobby Cannavale, Renah Gallagher, Amy Fox, Ricky Russert, Jeffery Arseneau, Bobby Akers, Suehyla El-Attar, Kaleigh Brooke
Clark, Catherine Dyer, Joshua Mikel, Jason Davis.
EE UU 2017, 121 min. Premios Oscar:
Mejor actriz sec. (Janney). Globos de Oro: Mejor actriz de reparto (Allison
Janney).
En el blog he escrito sobre
otra película de este director que me encantó: Lars y una chica de verdad
El papel pintado amarillo
En 1885, un año después de
haberse casado con Charles Walter Stetson, Charlotte Perkins Gilman dio a luz a
su hija, Katharine, y al poco tiempo entró en una profunda depresión. El doctor
Silas Weir Mitchell, un reputado neurólogo a quien había acudido en busca de
ayuda, le diagnosticó agotamiento de los nervios y le prescribió una cura de
descanso, un controvertido tratamiento en el que era pionero. «Vive una vida
tan hogareña como te sea posible, realiza no más de dos horas de actividad
intelectual al día y no toques nunca más una pluma, un pincel o un lapicero»:
estas fueron las instrucciones que le dio el médico a la autora. Durante unos
meses siguió estos consejos, pero su depresión se agravó, y, según sus propias
palabras, se acercó tanto a la frontera de la profunda ruina mental que llegó a
vislumbrar el otro lado. Solo haciendo caso omiso de los consejos del médico y
volviendo al trabajo logró recuperarse de su depresión. Esta experiencia la marcó
hasta tal punto que en 1890 escribió El papel pintado amarillo, un estremecedor
relato que constituye una demoledora crítica al tratamiento prescrito por el
doctor Mitchell.
Nº de páginas: 88
Editorial: Editorial C
Ontraseña SC
ISBN: 9788493930820
Año de edición: 2012
Año de
publicación: 1892.
Traductores: María José
Chuliá, Maria Angeles Naval Lopez
Charlotte Perkins Gilman
nació el 3 de julio de 1860 en Hartford (Connecticut). Siendo niña, su padre
abandonó a la familia. Debido a que su madre era incapaz de mantenerlos, los
Perkins se criaron con unas tías, entre ellas Harriet Beecher Stowe, la autora
de La cabaña del tío Tom. A la edad de dieciocho años, Charlotte ingresó en la
escuela de diseño de Rhode Island. En 1885, un año después de casarse con el
pintor Charles Walter Stetson, tuvo una hija, Katharine, y al poco tiempo se
hundió en una profunda depresión. Pasados unos meses, Charlotte decidió
abandonar el tratamiento y se separó de su marido, algo insólito en la época.
Tras la separación se marchó a vivir con su hija a California, donde participó
activamente en varias organizaciones feministas y reformistas. En 1900 se casó
con su primo Houghton Gilman, con quien tuvo otro hijo, Yadir. De 1909 a 1916
dirigió una revista feminista, The Forerunner. Enferma de un cáncer de mama
incurable que se le había diagnosticado en 1932, se suicidó el 17 de agosto de
1935. Entre sus obras podemos citar, además de El papel pintado amarillo, el
ensayo Mujeres y economía, donde ataca la división tradicional de roles
sociales y analiza el tema de la opresión de la mujer en el hogar, y la novela
De ellas. Un mundo femenino, en la que dibuja una sociedad utópica hecha a la
medida de las mujeres.
«En mi vida he visto un papel
más feo. [...] ¡No es de extrañar que los niños lo odiaran! Yo misma lo odiaría
si tuviera que vivir en esta habitación mucho tiempo.»
La cuidan, le dicen qué debe
y no debe hacer. Le recetan reposo físico e intelectual. Nada de escribir o
leer. Nadie la escucha y ella duda. Quienes la quieren están de acuerdo y
parecen saber cómo solucionar lo que le pasa.
Escribe desde su propia
vivencia, una vez que ha pasado el tiempo y con la certeza de lo nefasto de ese
tipo de tratamientos. El texto quiere ser una advertencia a esos profesionales
que pueden causar tanto daño. De hecho parece que la lectura del relato sí hizo
reflexionar a aquel hombre.
Impresiona cómo describe esa
realidad, sus esfuerzos y el inmenso agotamiento. Quiere expresar y no
encuentra a nadie que la quiera comprender.
Hoy se cumplen 40 años del
suicidio de Ian Curtis. Recordando su legado. Siempre me emociona escuchar canciones
como ésta:
2 comentarios:
Que tal LU!
Habia leído algunas reseñas que la ponían muy bien pero se me escapo, tomo en consideración tu recomendación, la historia parece interesante.
Por aquí seguimos, esperando a pasar de fase...
Feliz semana, bicos;)
Hola Fran:
La verdad es que me sorprendió. Por ciertos detalles iniciales pensaba que no me iba a gustar, y vaya, todo lo contrario. Merece la pena, la historia, las actrices y el trasfondo afectivo-deportivo.
Pues sí, deseando avanzar y con cierto recelo. No veo mucho respeto en cuanto a lo de mantener las distancias….
Biquiños
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