jueves, 20 de agosto de 2009

Paisajes de invierno – Milagros Frías Albalá

Carmen tiene su propia teoría: los finales no siempre llegan porque los marque el destino, sino porque nos empeñamos en que todo concluya, en poner un punto allá donde el recuerdo o el abismo de lo imprevisto aparecen en nuestras vidas.

Vive sola y despreocupada, en sus rutinas laborales y sus escasas relaciones personales. Conoce a un hombre por el que pronto sentirá interés, pero él está en plena crisis, sin trabajo y a punto de partir. Volverá a tener noticias de su abuela, con quien no ha mantenido ningún contacto en años; y descubrirá a su lado a alguien a quien apenas había prestado atención hasta ese instante.

En general, los párrafos que tienen a la abuela Violeta como protagonista son los que más me gustan. La historia empieza de forma muy prometedora, pero a medida que avanza se va bifurcando en demasiados territorios, en los que da un toque ligero, pero no penetra. Se queda todo en nubes altas que nublan el horizonte y que cualquier soplo de viento puede arrastrar lejos, sin dejar apenas huella.

Al oír la voz de la abuela algo dentro de mí se derrumbó. Me di cuenta de que mi despego era artificial, una pose que se adopta para que no duela la evidencia del desastre. Nos separaban quinientos kilómetros de distancia y de desidia; nos unía un tiempo de plenitud compartido en otra época, un cordón umbilical que inesperadamente comunicaba nuestros mundos.

Luego me marché de casa y me fui convirtiendo en una isla rodeada de ausencias que no me perturbaban.

Me miro y no me reconozco. Toda arrugada que estoy; las venas de las manos y de las piernas tan abultadas que me parece feo que se vean; esta desgana tremenda para hacer un mandado, y luego ese empeño de la cabeza por estar a todas horas reviviendo cosas pasadas, momentos que se fueron y que dejaron un rastro imborrable y luego no acordarme de dónde puse el pan, que lo tengo delante y no lo veo.

Sabíamos que, inopinadamente, los problemas salen de sus escondrijos y se ponen a trotar por nuestras vidas, los minutos de descanso hay que aprovecharlos al máximo.

… cómo condicionan algunas personas ausentes a las que se quedan. Casi era preferible que se quedaran y dejaran de fastidiar. Me podría enfrentar a él si estuviera, pero como no está tengo que luchar con su fantasma.



HACE UN AÑO: Las afinidades electivas – Joham Wolfgang Goethe

8 comentarios:

JL Gracia dijo...

Me han entrado ganas de leerlo...

Abrazos

LU dijo...

Sibenik, yo no conocía de nada a esta escritora y la curiosidad me pudo. El libro me llamó la atención por su portada, ya ves...

Qué has leído últimamente que te haya sorprendido???

Biquiños

Conciencia Personal dijo...

Desconocía a la escritora. Atrapa el personaje de la abuela. De niña viví largos años con mi abuela, era una vieja sabia, de sonrisa infantil.

Besitos, Monique.

LU dijo...

Monique, yo me crié con mi abuela (yaya) que desde que yo nací, vivía en casa de mis padres. Con ella aprendí a andar, a leer, a jugar a las cartas. La vi envejecer y perder el rumbo. Al final ya no reconocía a nadie. Ahora la recuerdo a menudo y la veo como en sus mejores momentos, y me río con sus “travesuras”.

Biquiños

Anónimo dijo...

Cambiando de tema.

Ví la película "La visita de La Banda" gracias a tus post...Muchas gracias

Ahora me he interesado en LA DESPEDIDA, haces una buena reseña. También trataré de buscar EL SALARIO DEL MIEDO, va se un poco costoso conseguirla pero la buscaré

Pepe del Montgó dijo...

Acabo de decir en un blog que tengo ganas de recuperar la lectura y llego al tuyo y por lo que leo no tengo ganas de que nadie me hable de mis carencias. El cine es más objetivo así que seguiré viendo mucho cine y leyendo menos. No hay tiempo para todo (buena excusa)

LU dijo...

Ali, deseo que te guste al menos tanto como a mi.

Buen fin de semana

LU dijo...

Pepe, veo que necesitabas una excusa y ya la has encontrado. Pues nada, a disfrutar de aquello que realmente nos apetece y nos hace sentir bien, que de eso se trata; y para obligaciones, ya hay demasiadas, para encima autoimponernos otras.

Biquiños y buen fin de semana