El hombre del tren

TÍTULO ORIGINAL L´homme du train
DIRECTOR Patrice Leconte
REPARTO Jean Rochefort, Johnny Hallyday, Jean-François Stevenin, Charlie Nelson, Pascal Parmentier, Isabelle Petit-Jacques, Édith Scob, Maurice Chevit
GUIÓN Claude Klotz
MÚSICA Pascal Estève
FOTOGRAFÍA Jean-Marie Drejou
Francia – Gran Bretaña – Alemania - Suiza 2002, 90 min.

Echando un vistazo a la barra derecha donde están enlazados los blogs que sigo, me llama poderosamente la atención una entrada de Leolo dedicada a esta película. Lectura fugaz, muy por encima (manías si no he visto ya la película, o leído el libro) y las casualidades la ponen en mis manos casi de inmediato.

Milan acaba de llegar, se baja del tren y va directo a la farmacia a por aspirinas. Allí, a punto de cerrar, coincide con Manesquier, quien camina a su lado y busca de inmediato conversación. Le ofrece un vaso de agua y posteriormente su propia casa para pasar la noche. Su madre ha muerto hace quince años y lo conserva todo tal cual lo dejó ella.

Pasarán juntos tres días, a la espera de importantes acontecimientos, y descubrirán lo diferentes que son. Profesor jubilado, tímido con las mujeres, solitario, muy culto y de rutinas establecidas; frente a un hombre sin rumbo fijo, con un pasado repleto de aventuras, habituado a las armas y al peligro. Contemplación versus acción.

Dicen que los opuestos se atraen y, en este caso, cada uno sueña con una vida diferente, decepcionado con su trayectoria. Manesquier se aburre soberanamente tocando el piano, quiere hacer algo especial, para poder recordar. El sábado se va a someter a una intervención quirúrgica, está aterrado y no quiere morirse cargando con esa melancolía. Disfruta como un niño practicando con la pistola y se imagina protagonizando el atraco que su compañero planea para ese mismo sábado. En la barbería del barrio pide un corte de pelo que rompa con lo clásico, y eso ya supone un gran desafío.

Milan se calza por primera vez unas zapatillas, sentado al sofá. Sus pies no están hechos para descansar al calor de la chimenea en el hogar acogedor, y eso es lo que añora: la familia, lo previsible, la seguridad.

Cada uno desea lo que el otro detesta de su propia existencia.

A usted le pierden las palabras.

Cuanto más tiempo pasa, más valioso se es.

Homenaje al western, brillante actuación de los protagonistas, destacando Jean Rochefort y un guión inteligente, dan como resultado una espléndida película.

Si pienso en mis expectativas adolescentes y el tipo de vida que llevo en la actualidad, supongo que también caerá sobre mí ese deseo de aventura, de vivir más al límite, de hacer, de arriesgar, de romper con lo cotidiano, de soñar con grandes cambios, de incertidumbre. Sin embargo no dedico mucho tiempo a este tipo de reflexiones, ¿conformismo o miedo? La inercia arrasa con casi todo y ahora mis esfuerzos se dirigen a momentos concretos, a pequeños oasis. ¿Desencanto o rendición? Supongo que es todo más simple: necesito trabajar para comer (y darme unos caprichos) y, a medida que pasan lo años, el espíritu emprendedor se va adormeciendo o se implica en metas más o menos accesibles. ¿Me gustaría lanzar todo por la ventana, cerrar esta puerta e irme lejos? No, y la única razón es el apego, los vínculos afectivos, la familia, los amigos: mi gente.

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