Vivir con nuestros muertos
Delphine Horvilleur
Me ha sorprendido. Qué delicadeza, qué forma tan hermosa de narrar, de exponer, de acercarnos a culturas diferentes. Una joya.
Selección de fragmentos
La laicidad francesa no opone la fe al descreimiento. No separa a los que creen que Dios vela por nosotros y a los que creen con la misma intensidad que Dios ha muerto o es una invención. No tiene nada que ver con eso. No se basa ni en la convicción de que el cielo está vacío ni en la de que está habitado, sino en la defensa de una tierra nunca repleta, en la conciencia de que siempre hay lugar para una creencia que no es la nuestra. La laicidad defiende que el espacio de nuestras vidas nunca se satura de convicciones y garantiza siempre un hueco vacío de certezas. Impide que una fe o una pertenencia acaparen todo el espacio. En este sentido, a su manera, la laicidad es trascendencia. Afirma que siempre hay en ella un territorio más amplio que mi creencia, capaz de acoger la de otro que ha llegado a él para respirar.
A diferencia de las flores, que se marchitan, las piedras permanecen y manifiestan la fuerza del recuerdo. Hablan del lugar inalterable que ocupan los desaparecidos en la vida de quienes los sobreviven.
No contar nunca la vida a partir del final sino a partir de lo que en ella se creyó "sin fin".
Hay muchas maneras de narrar la vida de quienes nos dejan, incluso cuando su desaparición resulta extremadamente dramática. Quizá necesitamos asegurarnos de que nuestra memoria permanece fiel a la complejidad de su existencia, que nunca se resume en el componente trágico de su interrupción..
Independientemente de la identidad del ser querido que hayan perdido, siempre advierto a los dolientes de que tendrán que prepararse, además de para el dolor, para vivir un fenómeno peculiar: la vacuidad de las palabras y la torpeza de quienes las pronuncian. Las personas que visitan durante el duelo o intentan acompañar suelen decir tonterías y a veces hasta disparates, creyendo que son un consuelo o un alivio.
Acaban de instalarse en un mundo paralelo al nuestro, el mundo donde viven esas personas que denominamos pacientes. Ese mundo, en la esfera médica, te obliga a tomar como segunda residencia las salas de espera. En el corazón de la esfera médica, abre las puertas a otro universo, un territorio donde a partir de ahora se habla mucho de ti, y cada vez menos contigo.
Según la tradición judía, para morar en un lugar es necesario colocar una mezuzá, por supuesto, esa cajita que recuerda la importancia de las puertas y los pasajes en nuestras vidas. Pero también hay que asegurarse de que la vivienda cumpla con otro criterio: desde la destrucción del Templo de Jerusalén, cualquier espacio habitacional debe permanecer parcialmente sin construir. La tradición judía exige que se deje siempre una pequeña fisura en la pared, un pedazo de tabique sin pintar o una baldosa sin poner en un rincón de la solería. Se trata de dejar en nuestras vidas la huella de la incompletitud, de saber habitar un sitio donde hay lugar para la ausencia.
Sinopsis: Este libro aborda un aspecto esencial de la experiencia humana: nuestra relación con quienes nos han dejado, con nuestros difuntos. Su autora, una de las primeras mujeres en ejercer como rabina en Francia, relata con delicadeza y sabiduría sus experiencias consolando a quienes han perdido a un ser querido. En su opinión, su cometido fundamental es transformar la muerte en una lección de vida para los que se quedan, es decir, «acompañar a mujeres y a hombres que en un momento crucial de sus vidas necesitan narraciones». El tapiz de este tratado de consuelo se teje con tres hilos: la evocación de la vida interrumpida, la interpretación de los textos sagrados y las tradiciones funerarias y la rememoración de ciertos episodios de la vida de su autora; con ellos construye un relato que entrelaza a vivos y muertos: «el papel del narrador es quedarse junto a la puerta para asegurarse de que permanece abierta. (?) Solo cuando la vida y la muerte se dan la mano puede continuar la historia.»
Horvilleur combina magistralmente lo personal con lo colectivo, la sabiduría ancestral con los interrogantes contemporáneos, en una obra que nos da las claves para afrontar la muerte con serenidad y que es, ante todo, un poderoso himno a la vida.
Libros del Asteroide, Barcelona 2022. Título original: Vivre avec nos morts. Traducción: Regina López Muñoz. Número de páginas: 200. Tiempo de lectura: 4h 42m. Empezar a leer desde la web de la editorial.
Más de 200.000 ejemplares vendidos en Francia.