El museo de la
inocencia de Orhan Pamuk
La historia de amor
de Kemal, un joven miembro de la burguesía de Estambul, por su pariente lejana
Füsun. Lo que comienza como una aventura inocente y desinhibida, evoluciona
pronto hacia el amor sin límites y después, cuando Füsun desaparece, hacia una
profunda melancolía. En medio del vértigo que le producen sus sentimientos,
Kemal no tarda mucho en descubrir el efecto calmante que tienen sobre él los
objetos que alguna vez pasaron por las manos de ella. Así, como si se tratara
de una terapia para la enfermedad que lo atormenta, Kemal se va haciendo con
todos los objetos personales de Füsun que se ponen a su alcance. El museo de la
inocencia es el catálogo novelado en el que cada objeto es un instante de su
gran historia de amor. Es también una visita guiada por los cambios que han
convulsionado a la sociedad de Estambul desde los años setenta hasta el día de
hoy.
Nº de páginas: 656
págs.
Editorial:
LITERATURA RANDOM HOUSE, 2015
ISBN: 9788439722052
Traductor:
CARPINTERO ORTEGA RAFAEL
Un interesante
retrato del Estambul y su alta sociedad de las décadas de los 70 – 80. Terrible
la situación de la mujer y la pérdida de la virginidad, sobre todo en las
pertenecientes a las denominadas clases inferiores. En mi opinión no es una
historia de amor, es la voz de un hombre completamente obsesionado. Creo que
algunas páginas no aportan nada nuevo y resulta demasiado extenso y
reiterativo.
Invita a reflexionar
sobre la felicidad, y lo desapercibida que pasa en ocasiones, hasta que tiempo
después somos realmente conscientes de haberla experimentado.
Con el paso de los
años, momentos que me parecían muy dolorosos, resultaron ser muy felices.
Tenía la sensación
de que poseía una armadura invisible que, desde los 20 años, me protegía de
todo tipo de problemas y desdichas. Parte de esa sensación me hacía intuir que
si le prestaba demasiada atención a las desgracias de los demás, también a mí
me harían desgraciado, y que podrían perforar mi armadura.
Lo principal en la
vida es la felicidad. Hay quien es capaz de ser feliz, y quien no. Por
supuesto, la mayoría anda por un lugar intermedio. Por aquellos días yo era muy
feliz, pero no quería darme cuenta. Ahora, años después, pienso que,
probablemente la mejor manera de proteger la felicidad consiste en no darse
cuenta de que existe. Pero, yo actuaba así no para protegerla sino porque, en
lo más hondo, me daba miedo la desdicha que se me avecinaba.
La felicidad había
dejado de ser para mí un don que dios me había concebido al nacer, y del que me
había apropiado sin preocuparme, como si se tratara de un derecho. Se había
convertido en una oportunidad que las personas afortunadas, inteligentes y atentas conseguían y cuidaban a base de
esfuerzo.
Hace mucho hincapié
en el consuelo que le proporcionan los objetos, como refugio ante la pérdida y
el dolor. Divertidos hurtos para su museo. Muchos perritos de porcelana que
adornan los televisores. El afán coleccionista, la exhibición de esos pequeños
retazos de recuerdos, las casas-basurero…
Estas páginas me devuelven
a una ciudad que conocí hace ya mucho tiempo, Estambul. Evoca sensaciones casi
olvidadas: un oso que hacían bailar a la entrada del hotel para divertimento
del turismo (con el consiguiente donativo por la “atracción”). Café turco, y
aquel primer pocillo con los posos, color grisáceo y ese fuerte sabor. Las
comidas con salsa de yogur. El Bósforo…. Iba buscando escenarios casi de cuento,
y me engulló un mundo extraño, construcciones medio en ruinas, alta
contaminación. Ahora, con distancia y más experiencia viajera, me gustaría
volver, y disfrutar de los encantos que no supe apreciar.
Agosto se termina y
Vilma se resiste a madrugar.
Otro tema adelanto
del disco que saldrá en breve. Cada uno de los avances, increíbles, hace crecer
las expectativas.
2 comentarios:
Que tal LU!
Me ha encantado esa pequeña descripción que has hecho de tu estancia en Estambul.
Eso que comentas sobre lo desapercibida que pasa la felicidad es una máxima que me aplico bastante ultimamente, no se, debe de ser que los 50 queasoman las orejas pero de un tiempo a esta parte estoy experimentando alteraciones de conducta, me va el rollo este de lo slow, ya sabes, la vida con calma y a disfrutar de los pequeños momentos cotidianos...jeje
Simpatica la foto de Vilma, me acordaba de Buster y lo que disfrutaba del sofa, creo que se deben de sentir como en una nube.
Pues nada, por aquí algo liados, en marzo se nos casa Alex.
Bicos:)
Tengo que volver a Estambul, no sé muy bien cuándo, pero soy la única persona que conozco que volvió desencantada, y creo que ahora la vería desde otra perspectiva muy diferente.
El libro me resultó plomizo, se me hizo pesado a ratos, pero todo este tema de la felicidad y lo poco conscientes que somos a veces, sí que es algo en lo que pienso desde hace tiempo. Y me he sentido muy identificada con cosas que dice sobre esto el protagonista.
Pues será la edad, o no sé, pero a mi me pasa un tanto de lo mismo con lo slow, los detalles, el presente…. Supongo que cambiamos y apreciamos cosas de la vida diferentes según el momento.
Vilma es la reina del sofá, y sus posturas de yoga canino son de risa… Sí que se sentirán como en una nube, y ella ni te cuento….
Enhorabuena por lo de Alex, y que el ajetreo sea por un motivo a celebrare, es fantástico. Disfruta al máximo, aunque a veces sean un montón de cosas.
Yo esta semana de vuelta al trabajo, aunque el ritmo todavía es a medio tempo.
Buen findeee!!
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