domingo, 9 de junio de 2019

La única historia de Julian Barnes



¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Creo que, en definitiva, esa es la única cuestión.
Puedes puntualizar - certeramente - que no lo es. Porque no tenemos elección. Si la tuviéramos, sí sería una cuestión. Pero no elegimos y en consecuencia no lo es. ¿Quién puede controlar cuánto ama? Si se puede controlar, entonces no es amor. No sé cómo podemos llamarlo, pero no es amor.

De esta forma comienza el recorrido por las páginas de este maravilloso libro.

La mayoría de nosotros solo tiene una historia que contar. No quiero decir que solo nos suceda una vez en la vida; hay incontables sucesos que convertimos en incontables historias. Pero solo hay una que importa, solo una que a la postre vale la pena contar. La que cuento aquí es la mía.

Vivimos y lo contamos, lo pensamos, lo imaginamos, lo recreamos, lo recordamos, lo olvidamos.

Pero aquí surge el primer problema. Si se trata de tu única historia, entonces es la que has contado y vuelto a contar más veces, aunque sea como - en mi caso - principalmente a ti mismo. Así que la cuestión es la siguiente: ¿todas esas narraciones te acercan a la verdad de lo que sucedió o te alejan de ella? No estoy seguro. Una prueba podría ser sí, a medida que pasan los años, sales mejor o peor parado de tu historia.

Una de las cosas que pensaba de Susan y de mí - en aquel entonces y ahora de nuevo, cuántos años después - era que a menudo no había palabras para nuestra relación; al menos ninguna que encajase. Pero quizá esto sea una ilusión que todos los amantes tienen sobre sí mismos: que escapan a toda categoría y descripción.

La creencia universal de ser especiales, de estar viviendo algo único.

Creo que existe una autenticidad distinta de la memoria, y que no es inferior. La memoria clasifica y criba con arreglo a las exigencias de quién rememora. ¿Tenemos acceso al algoritmo de sus prioridades? Probablemente no.

Aprendió a ocupar su tiempo. Es una de las cosas que tiene la vida. Todos buscamos un lugar seguro. Y si no lo encuentras tienes que aprender a emplear el tiempo.

Hacemos, sin parar, a veces sin sentido. ¿Hacer por hacer, o para disfrutar?

Hay algo que pensé a menudo en aquel tiempo: tengo estudios secundarios y universitarios, y sin embargo, en términos reales, no sé nada. Susan apenas estudió pero sabe mucho más. Yo he aprendido de los libros, ella de la vida.

¿Y si unimos ambos?

Todo el mundo debería tener un fondo de huida.
...no es un fondo específico. Es una especie de fondo general. Porque en algún momento todo el mundo quiere huir de su vida. Es casi lo único que los seres humanos tienen en común.

Una hucha, nada de plan de pensiones gestionada por empresas buitres. Una hucha bonita, con ahorros, con ese dinero para una ocasión extraordinaria, para huir, para evadirnos, para estar en donde deseamos estar, cerca, o aquí mismo.

Poco a poco, durante las semanas y los meses siguientes, empiezas a comprender que nunca se va a divorciar. Susan es lo bastante fuerte para amarte, para huir contigo, pero no lo suficiente para entrar en un juzgado y denunciar a su marido por los decenios de tiranía sin sexo, alcoholismo y agresiones físicas. No podrá - ni siquiera a petición del abogado - pedirle al dentista que le escriba sus lesiones. No puede declarar en público lo que si puede admitir en privado.
Caes en la cuenta de que, aun cuando sea el espíritu libre que imaginas que es, es también un espíritu libre lastimado.

Así de sencillo explica lo que les sucede a tantas mujeres ante el maltrato reiterado.

El sexo triste es cuando tú mismo estás tan desesperado, la situación es tan insoluble, la prehistoria tan opresiva, tu propio equilibrio anímico tan infierno de un día para otro, de un momento a otro, qué piensas que bien podrías dejarte ir con el sexo durante unos minutos, durante media hora. Pero no te dejas ir, ni cambia tu estado de ánimo, ni siquiera durante un nanosegundo.
El sexo triste es cuando notas que estás perdiendo todo contacto con ella, y ella contigo, pero que es el medio de deciros mutuamente que la conexión existe todavía de algún modo; que ninguno de los dos va a abandonar al otro, aun cuando una parte de ti cree que deberías. Después descubres que insistir en esta conexión es lo mismo que prolongar la pena.

Asideros.

A veces se hacía una pregunta sobre la vida. ¿Cuáles son más verídicos, los recuerdos felices o los infelices? Al final decidió que era una pregunta sin respuesta.

Es posible pasar por la vida, si tienes cuidado y suerte, sin que tu valor sea puesto a prueba; o mejor dicho, sin que tu cobardía se manifieste.

Repleto de lugares donde pararnos un rato, llevarlos a nuestro mapa y pensar sobre cada una de las cuestiones que plantea.

Reflexiones de Julian Barnes en una entrevista ofrecida por el programa Página2.

“Creo que normalmente, a medida que envejecemos, estamos menos seguros de la certeza de nuestros recuerdos. Cuando somos jóvenes, pensamos que los recuerdos son cosas exactas, objetos que metemos en una maleta, y luego los sacamos de ahí y se han mantenido intactos. Cuando te haces mayor te das cuenta de que esto no es cierto, y que cuando contamos nuestras historias, especialmente las favoritas, siempre las modificamos, y siempre las hacemos un poquito mejores. Siempre nos mostramos un poco más como un héroe, o nos convertimos en los villanos del cómic. Y este es un proceso que ocurre a lo largo de toda nuestra vida, así que, de algún modo, tus mejores historias también son las menos veraces”.

“...ahora pienso que los recuerdos se aproximan mucho más a la imaginación de lo que creía”.


Muy recomendable la obra, y el autor.




2 comentarios:

Fran dijo...

Que tal Lu!
Creo que esa primera questión me ha mandado a la lona, todavia le estoy dando vueltas... Me da la sensación que es una de esas lecturas que te hace recapacitar y cuestionarte mil y una cosas.
Feliz domingo!

LU dijo...

Hola Fran:

Es de mis autores favoritos, y en concreto este libro es para comprarlo y subrayarlo, volver a leerlo, y repensarlo.

Me ha encantado.

Buena semana, supongo que ya con mucho nervios.

Biquiños