martes, 28 de diciembre de 2010

Fronteras, tejo y Tolstoi

Aquí es mi casa - Jerome Ruillier

Un precioso cuento que llega a mis manos por casualidad.


El niño ha dibujado una línea con tiza
¡Detrás de esta línea es su casa!
Un lugar donde nadie puede entrar
Pero el conejo, el caracol, la hoja del árbol
Y las nubes se ríen de las fronteras…

Memorias de un árbol – Guido Mina di Sospiro

Una eco – fábula.

Un árbol majestuoso y milenario explica su propia vida. Es la reina del bosque, un ejemplar femenino de tejo, testigo y protagonista de dos mil años de historia. Desde su isla verde es espectadora de los ritos animistas de los celtas, y asiste impotente a la invasión de una nueva religión, el cristianismo, que abandona el culto a las plantas y los animales. Con el paso de los siglos, la historia de la humanidad y de todos los seres vivos se refleja en la de ese pequeño bosque. Finalmente, hoy, ese árbol, protegido y venerado como símbolo de resurrección e inmortalidad, puede lanzar su mensaje de paz y armonía a todas las criaturas.Aclamado por la crítica de Estados Unidos y de Italia, Memorias de un árbol inaugura un nuevo género literario. Su autor se convierte en portavoz de un ser inanimado. Gracias a largos años de estudios e investigaciones, así como a la colaboración de algunos de los más prestigiosos botánicos y naturalistas de nuestro tiempo, esta historia es la fusión de la ciencia de vanguardia con la sabiduría de las antiguas tradiciones.

Una niña habla de ella con admiración y asegura entender el lenguaje de los árboles, lo que lleva al tejo a expresar cierto optimismo:

En ella detecto el alba de una sensación de esperanza; esperanza en la raza humana como una raza verde, una raza amable. Desde aquel momento mis esperanzas se han visto defraudadas más de una vez, pero al menos tenía pruebas de que un corazón humano podía albergar sentimientos de amor, sobre todo cuando latía pacíficamente en el pecho de una mujer. Está claro que millones de años de procreación, cría y protección de sus pequeños no podían olvidarse. Del mismo modo que el millón de años que los hombres llevan cazando, luchando, matando y depredando el planeta, tiene consecuencias para ellos.

Una columna de Juan José Millás que leo esta misma mañana en el tren.

Cosas que no cierran

Publicada en Faro de Vigo

Te despiertas a las tres de la madrugada, por poner un ejemplo, y el insomnio te expulsa de la cama. ¿Qué hacer, ir a dar una vuelta por El Corte Inglés? A esas horas no funciona. Quizá puedas asomarte a sus escaparates. Tal vez, haciendo visera con las manos, seas capaz de columbrar el fondo de la tienda y distinguir, en la penumbra, las siluetas de los maniquíes y las maniquíes. Puedes dar las vueltas que quieras alrededor del edificio sin hallar una rendija por la que introducirte en él para olvidar tu insomnio. Pero lleva cuidado, no hay nada más sospechoso para los demás y para uno mismo que un merodeador nocturno. Si pasa por allí un coche de la policía, te interrogarán, aunque no hayas hecho todavía nada malo.

– Es que estaba insomne.

– ¿Y por qué no se ha tomado una pastilla?

Quien dice El corte Inglés dice la tienda de los chinos de la esquina, carrada también a esas horas. Ahora bien, tú te despiertas a las cuatro de la mañana y en vez de acercarte a El Corte Inglés, te dices: Voy a dar una vuelta por el interior de Ana Karenina. Ningún problema. Te acercas a la librería del salón, buscas el volumen, lo abres con naturalidad y te das una vuelta por los pasillos y las habitaciones de la obra maestra de Tolstoi. Quiere decirse que los libros, pese a tener puertas y contrapuertas, no cierran jamás. A cualquier hora del día, en cualquier día del año, puedes darte un paseo por los vericuetos mentales de Raskolnikof, el personaje de Dostoievski, como el que al mediodía recorre los pasillos de un supermercado. Si lo piensas, resulta prodigioso.

Hay más cosas que no cierran nunca. La TV, por ejemplo. Pero la TV de la madrugada da un poco de miedo. La he visto en los hoteles, cuando estoy fuera de casa y me acuesto tarde y desvelado. Da miedo, decíamos. La imagen de un hombre o de una mujer sentados frente al televisor a esas horas es un poco terrible. Cuando a Vargas Llosa le anunciaron la concesión del Nobel, era muy temprano (las seis de la mañana, creo), pero él estaba despierto y dentro de un libro, como Dios manda. Si hubiera estado viendo la tele, no le hubieran llamado.




HACE UN AÑO: Time-lapse

4 comentarios:

Mónica dijo...

Buenas noches Luz, me voy a dormir y buscar en mi rincon un libro, yo me paseo también por la biblioteca de casa buscando algo para leer antes de cerrar los ojos hasta mañana. besos y muchas gracias por las sugerencias, me he apuntado dos.

LU dijo...

Mónica, y qué maravilla meterse en la cama antes de dormir, ya sin las preocupaciones del día (que no es bueno llevarlas con el pijama), y leer un poquito.

Biquiños

Kashtanka dijo...

Por partes, la historia del tejo milenario me sigue atrayendo pero no me convence. Le echaré un ojo y veremos...Deberìa de ser màs Zen para considerar seriamente estas lecturas.

El texto de Faro de Vigo me ha encantado, muy ingenioso, y encima cita a autores rusos que me encantan, no podìa ser de otra forma. Es cierto, si Vargas Llosa hubiese estado viendo la tv, seguro que no hubiese sonado el teléfono. Gracias por compartirlo.

LU dijo...

Kashtanka, las memorias del tejo milenario están bien, pero yo me esperaba algo más, no sé. A mitad del libro como que cansa un poco.

Juan José Millás tiene una columna en Faro de Vigo que siempre leo y algunas son fantásticas: me gusta mucho en todas sus facetas, como novelista, como opinador, críttico.

En enero empiezo Crimen y castigo. Ahora sí que va.

Biquiños