viernes, 20 de marzo de 2009

Ojalá octubre – Juan Cruz Ruiz

Una vez más, los libros que busco siguen prestados, entonces llega el momento de husmear entre las estanterías de la biblioteca. Puede que fuera el título, no lo sé. Llama mi atención, lo cojo y leo el texto de la contraportada:

Este libro nació de una mirada, la de mi padre. Vi en ella desolación, el final de la esperanza, la cancelación definitiva de la felicidad. Jamás he podido olvidar esa mirada. Para entenderla he escrito. Como si fuera una búsqueda del reencuentro con la ansiedad de vivir y ser feliz. Un día, en medio de un camino, vi en un espejo oscuro la figura de mi padre. Alcé la mano para saludarlo en medio de la fascinación de lo imposible, y observé que esa mano me saludaba a mí mismo. Un día encuentras siempre la mirada que perdiste.

De inmediato sé que me va a gustar y, sin dudarlo, me lo llevo.

Esta vez he acertado de pleno. Ya desde los primeros párrafos se percibe el gran sentimiento que hay en cada frase. Habla de su padre, de su familia, de su infancia. De pronto es como si un buen amigo, en una de esas noches propicias a las confidencias, te cuenta todas esas sensaciones tan íntimas, porque siente la necesidad de expresar para comprender, para recordar, para sentir.

En el camión él era feliz, tarareaba. Era feliz con muy poco; acaso con los domingos por la tarde, cuando se vestía e limpio, iba al cine, solo, compraba su entrada, se sentaba cómodamente, miraba la pantalla. Luego nunca comentaba las películas; llegaba a casa como si viniera de misa, como si todas las películas fueran iguales.

Lo heredé. Respondo cuando no me preguntan, y cuando me preguntan me aturdo; nací preguntando, vivo de las preguntas, me cuesta responder.

El éxito, cuando se cuenta, se parece a la mezquindad.

Olvidar no es dejar de querer, pero a veces no se olvida lo que no quieres que haya sucedido.

Él tenía apetito y la mirada perdida en el horizonte sobre el que en ese momento ya no vislumbraba risa alguna, él estaba solo; era un hombre solo, la amargura del tiempo, la del pasado, no tenía nada que ver con esa amargura; ésa era de algodón, se atragantaba, era como el llanto que no se atreve a salir, y era como el silencio, una nube plomiza en la que él ya había decidido habitar.

Cuando me siento a escribir esa sensación de haberle visto siempre arañando la felicidad sin poder tocarla de verdad entera, viene a mi memoria otra vez esa frase en la que Truman Capote recuerda el instante en que fue feliz, en octubre.
“Me gusta tanto este mes que ojalá siempre fuera octubre.”

Un instante de felicidad y de pronto todo ese mes es maravilloso. Y la magia de esa palabra en forma de deseo, OJALÁ.


Puedes leer el principio aquí.


Mira que te lo tengo dicho (blog de Juan Cruz – El País)

4 comentarios:

Pepe del Montgó dijo...

¿Sabes que tu forma de comentar siempre me engancha? El lunes voy a buscar el libro.

LU dijo...

Pepe, cuando algo me gusta, me llega, como este libro, parece fácil transmitir ese sentimiento; y con unos pocos párrafos del autor, está todo hecho. Ojalá te guste.

Biquiños y gracias por todos los piropos.

Conciencia Personal dijo...

GRACIAS POR LA RECOMENDACIÓN...DARÉ CON ÉL Y SÉ QUE ESTARÁ ENTRE MIS LIBROS FAVORITOS, SU OLOR ME RECUERDA A MI PADRE IDO...

BESOS, MONIQUE.

LU dijo...

Monique, es tremendamente humano y nos acerca a nuestros propios recuerdos de la infancia, con nuestros padres. Ojalá te guste.

Biquiños